Las falsas antítesis del Código da Vinci.

Autor: Diego Quiñones Estévez

 

 

El Código da Vinci es un rompecabezas cuyas piezas han sido amañadas para que se acoplen, sin que lo note el lector y el espectador profano, con las piezas putrefactas de las viejas herejías anticristológicas y antieclesiales. Viejas herejías, viejas piezas de juegos anticristianos que reaparecen cuando el Cristianismo pasa, o bien por una crisis de identidad eclesial, o bien porque es perseguido por los poderes y las ideologías de cada época.

El rompecabezas del Código da Vinci se basa en falsas antítesis, siendo la principal de ellas: “Jesús sí, la Iglesia no”. Ésta simplona antítesis es la que sostiene este manual para  lectores y espectadores ingenuos, una falsa antítesis que incluye otras como: “Jesús sí, Cristo no”, “Jesús sí, pero Hijo de Dios no”, “Jesús sí, pero Dios hecho hombre, no”.

El Código da Vinci recoge las piezas heréticas nacidas en épocas pasadas contra la Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica, y las actualiza desde la trama de una novela policíaca que ahora ha sido travestida en formato cinematográfico con el único fin de dar más verosimilitud a las mentiras antihistóricas y antiteológicas contra Cristo y su Iglesia.

Las piezas heréticas de este manual para lectores y espectadores ingenuos son las oxidadas herejías sectarias  que rechazan que Jesucristo sea al mismo tiempo verdadero Dios y verdadero hombre. Desde que aparece el Cristianismo hasta hoy, las herejías y luego las sectas se han dedicado a destruir la divinidad o la humanidad de Jesucristo. El Código da Vinci, sigue el mismo camino pisoteado por las herejías y sectas que cronológicamente se puede resumir: Siglo I: el docetismo que niega la humanidad de Jesucristo; Siglo II: a) el ebionismo que no admite la Redención de Cristo al negar que fuera engendrado por el Padre; b) el adopcionismo que niega el misterio de la Santísima Trinidad, la divinidad de Cristo y el misterio de la Encarnación, al considerar que Jesús es un simple hombre que Dios adoptó para traernos una gracia divina extraordinaria; c) la gnosis o conocimiento esotérico de Dios por emanación o revelación divina: también destruye la misión divina y redentora de Cristo al ver en él un dualismo de personas ya que niega que sea Dios y que es más bien un “eón”, es decir, una entidad divina emanada de la divinidad suprema, que trae el conocimiento secreto a los hombres. Cuando lo teológicamente correcto es que Jesucristo no tiene dos personas sino una sola Persona divina con dos naturalezas, la divina y la humana con las que nos salva del pecado. De esta herejía, el gnosticismo primitivo, periclitado y ahora recuperado por la Nueva Era, es de la que más se nutre el Código da Vinci; Siglo III: el arrianismo también vuelve a negar la Santísima Trinidad y divinidad Jesucristo ya que lo considera hijo adoptivo de Dios, no consustancial al Padre y además considera que el Espíritu Santo es inferior al Hijo. El arrianismo no sólo se limitó a estas aberraciones antiteológicas sino que incluso quiso imponerlo el emperador Constantino II, provocando la persecución y el martirio de los católicos; Siglo IV: el apolinarismo, niega el alma humana de Cristo porque la equiparaba al alma del hombre que nace con el pecado original. Sin embargo, Cristo no tuvo pecado original y el alma humana de Cristo no es pecaminosa. El Verbo se encarna para salvar al cuerpo y al alma del hombre del pecado; Siglo V: a) el nestorianismo, vuelve a distorsionar la humanidad y la divinidad de Jesucristo, al decir que en Jesucristo hay dos personas: la divina y la humana, cuando en Él  hay dos naturalezas (la humana y la divina) unidas en la sola Persona del Verbo; b) el monofisismo, sostuvo que en Jesucristo sólo hay una naturaleza que es la divina, rechazando la naturaleza humana, la humanidad de Cristo; Siglo VII, el monotelismo, defendía que en Jesucristo sólo había una sola voluntad, la divina, cuando en realidad, en Cristo hay dos voluntades, la divina y la humana sin contradicción ni oposición; Del siglo XI al siglo XXI: Nacen otras herejías y sectas como fueron: 1) Siglo XI: la herejía antitrinitaria y antieclesial que provocó el cisma de Oriente que dio lugar a la Iglesia ortodoxa, la cual rechaza que el Espíritu Santo proceda del Padre y del Hijo. Sólo admiten que procede del Padre, y por supuesto no reconocen al Papa como la autoridad suprema de la Iglesia de Cristo; 2) Siglo XII: los cátaros (puros) eran maniqueos pues creían que el mundo estaba regido por dos principios o dioses creadores: el del bien y el del mal. Atacaron con furor al poder político pero sobre todo a la Iglesia de la cual rechazaron los sacramentos; 3) Siglos XII-XV: los albigenses, eran también maniqueos, como tales menospreciaban al cuerpo humano porque lo consideraban creado por el demonio, y decían que Jesús era un ángel y su muerte y resurrección eran simbólicas. Al igual que los cátaros odiaban y perseguían a la Iglesia por ser transmisora de la Revelación de Dios y de los misterios fundamentales de la fe trinitaria;4)Las diversas herejías de las que nacieron y nacen multitud de iglesias a partir del cisma del protestantismo(siglos XVI y XVII); 4) Las múltiples sectas anticatólicas alimentadas por la masonería, el deísmo y por las ciencias esotéricas, surgidas en Europa y Norte América en los siglos XVIII, XIX , XX y XXI, y que vienen a reincidir en los mismos errores heréticos: Sobre la divinidad y la humanidad de Cristo; sobre el rechazo de la Revelación y la Salvación; sobre el misterio de la Santísima Trinidad; y sobre el misterio transcendente y humano de la Iglesia fundada por Cristo, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Dos ejemplos del siglo XX, uno ya agostado y otro aún vivo en el siglo XXI, serían: a) La pseudoteología de la liberación, que también negaba la divinidad de Cristo al resaltar su humanidad revolucionaria al estilo del falso Mesías de los celotas como el sanguinario Barrabás, ya que buscaba someter el Evangelio a los esquemas de la ideología atea del fracasado marxismo. Olvidaba que Cristo nos trajo la liberación del pecado y de la muerte con su Pasión, Muerte redentora y Resurrección, y que la causa real de las injusticias en el mundo siempre han sido fruto de las esclavitudes del pecado que el hombre provoca cuando se olvida de Dios, de Cristo, del Evangelio, de la Iglesia, del bien común y de los Derechos Humanos; b) El neo-gnosticismo de la Nueva Era: el autor del rompecabezas herético que es el Código da Vinci, juega con todo este sustrato herético-iconoclasta y distorsiona a Jesús al convertirlo en un guía espiritual más al alcance de cualquier aprendiz en materia religiosa o de cualquier aficionado al multiculturalismo pseudorreligioso y espirtualista de la multisecta de la Nueva Era(la antes llamada Nueva Era de Acuario que habrá de reemplazar a la Era de Piscis que se identifica con el Cristianismo). A la figura de Jesús se la perfila con el aura del misterio y de una fuerza espiritual extraña al estilo de los maestros de doctrina espiritual como Buda, Moisés, Mahoma o Confucio, desvinculando a Cristo de lo que en realidad y verdad es: el misterio de Cristo se centra en la Encarnación, en la Pasión, Muerte redentora y Resurrección y en el misterio vivo y siempre presente en el Pueblo de Dios que es la Santísima Trinidad. Éstas son las verdades o dogmas de fe del Cristianismo que el Código da Vinci desprecia porque sabe que constituyen la fe de la Iglesia y de los Evangelios. Cristo viene a ser un personaje histórico más de la humanidad, un ser humano de vida ejemplar pero no el Hijo Único de Dios, y ni mucho menos la segunda persona de la Santísima Trinidad gracias a la cual se alcanzó la Redención del mundo.

Jesús, y no Cristo, es un personaje histórico más que se aleja del misterio central de nuestra fe que es el misterio de la Santísima Trinidad, donde las tres Personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, constituyen un solo Dios verdadero: el Padre engendra al Hijo, el Hijo es engendrado por el Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo[1]. Cada una de las Personas divinas es Dios: el Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza.[2]

El éxito editorial del Código da Vinci, que se plasma en los pingües beneficios monetarios pero que no responde a la calidad literaria y ni mucho menos a la verdad histórica y teológica sobre Cristo y la Iglesia, se nutre de la trituradora voraz  que es  la Nueva Era, la multinacional de todas las sectas, heredera de las herejías y sectas anticristianas, del paganismo y del panteísmo cosmogónico y ecológico. El eclecticismo y el relativismo neopagano y pseudorreligioso de la Nueva Era, lo mezcla y pulveriza todo y se lo ofrece a las mentes inmaduras en ideas y creencias que lo toman en su totalidad sin reflexionar sobre el peligro y las falsedades que transmiten.

La falsa antítesis, “Jesús sí, la Iglesia no”, conlleva la intención de separar a Jesús de la Iglesia, y como consecuencia, utilizar a Jesús como el centro de una falsa espiritualidad egocéntrica que invita a una autosalvación sin necesidad de la Comunidad eclesial que es el Cuerpo Místico de Cristo. Jesús se convierte en un producto más del consumismo espiritualista de la decadente civilización de Occidente, se le despersonaliza como Persona divina y como hombre, y la fe trinitaria de la Iglesia es atacada porque en ella reside el misterio fundamental y central de la fe y de toda la existencia cristiana.

Por ello, el método infalible para discernir la verdadera fe católica de las mentiras de las herejías y de las sectas que nutren al Código da Vinci, nos lo dieron los Santos Padres de la Iglesia de la Antigüedad que se enfrentaron con las mismas falsificaciones de siempre de los dogmas fundamentales del Cristianismo: desde la Verdad de la Palabra  divina contenida en las Sagradas Escrituras, la Tradición Apostólica y el Magisterio de la Iglesia, hemos de seguir en la unidad de comunión y de fe para de este modo mantenernos en la unidad de un solo Dios en la Trinidad de las Personas[3], supremo misterio de la Revelación del Amor y de la Verdad en la Historia.



[1] Asociación de Editores Católicos, Catecismo de la Iglesia Católica, Edit. Asociación de Editores Católicos, Madrid, 1992, Nº 234.

[2] Ibídem, Nº 253.

[3] Asociación de Editores del Catecismo, Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, Edit. Asociación de Editores del Catecismo, Madrid, 2005, Nº 161 y Nº 162.


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Asociación de Editores Católicos, Catecismo de la Iglesia Católica, Edit. Asociación de Editores Católicos, Madrid, 1992, Nº 234.

Ibídem, Nº 253.

Asociación de Editores del Catecismo, Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, Edit. Asociación de Editores del Catecismo, Madrid, 2005, Nº 161 y Nº 162.