Rosas blancas manchadas por la sangre del terrorismo.

Autor: Diego Quiñones Estévez

Blog del autor

 

 

Hasta los símbolos más sagrados e insobornables que dignifican el sentido de la vida y la muerte, son vaciados de sus contenidos, cuando no perseguidos y eliminados, por los agitadores del populismo izquierdista, por los intelectuales sin ideas ni proyectos innovadores y por los políticos demagogos que les abastecen de apetencias, de honores burocráticos, de subvenciones culturales degradantes y de privilegios vitalicios.


Un símbolo como la rosa blanca, que connota la pureza, en el amor, la paz, la vida, el corazón y el alma; que representa la pulcritud en las acciones, el pensamiento, los sentimientos y las emociones, ha sido pervertido por los que apoyan a los enemigos de la libertad, la justicia, la paz, la dignidad y la democracia constitucional. 


Y el escenario de la humillación a los asesinados por el terrorismo, ha sido nada más y nada menos que una institución del Estado donde debe estar representada la soberanía popular: la Cámara del Congreso de los Diputados, que como todas las instituciones democráticas, ha de velar para hacer realidad las leyes constitucionales, y no convertirse en una cámara mortuoria sin principios políticos y morales, que avale a aquellos que violan y atentan contra el Estado de Derecho, contra el primer derecho humano que es el derecho a la vida de las personas.


Las rosas de la paz, han sido enarboladas, más como rosas de la paz de una guerra inexistente, como las armas del terrorismo y sus mentiras. Las manos de los que portaban las rosas blancas, simbólicamente estaban utilizando las espinas criminales de las pistolas, los proyectiles y las bombas que el terrorismo empleó de forma traicionera y cobarde contra miles de personas que siguen vivas en nuestras conciencias. Los pétalos de esas rosas, fueron las balas, las esquirlas y la metralla del odio cainita que ha destruido las vidas de seres humanos que el destino les deparó haber nacido en España, y ser españoles de una nación plural y diversa.


Pervertir el símbolo de la pureza y del amor, la rosa blanca, las rosas blancas que los familiares de las víctimas del terrorismo han ido depositando, con dolor y angustia, a lo largo de tantos y tantos años de sufrimiento, en las tumbas y en la memoria eterna de los asesinados por el sinsentido del terrorismo izquierdista, es una acción humillante que ninguna sociedad sana debiera permitir, porque si así lo hiciera estaría demostrando una falta de dignidad humana, una falta de valores humanos, síntoma indiscutible de que está muerta, desahuciada para cumplir con la justicia y rendir honor y culto a aquellas personas que dieron sus ideas y sus vidas para que vivamos como ahora vivimos: sin miedo al terror, sin miedo a los políticos del odio negociado para perpetuarse en el poder, sin miedo a la libertad ni a aplicar la justicia que durante tanto tiempo se ha escamoteado y negado a las víctimas. 


Las rosas blancas, en manos amigas del terror y enemigas de la verdad y el honor de las víctimas del terrorismo, son rosas blancas manchadas de sangre que no piden perdón ni desean la reconciliación y la conversión.