Destrucción oficial de la memoria del terrorismo

Autor: Diego Quiñones Estévez

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¡Cuánta política sin escrúpulos!  ¡Cuánta artillería mediático-manipuladora! ¡Cuánta demagogia en los discursos de las mentiras políticas y actuaciones judiciales! ¡Cuántos insultos y desprecios a la dignidad y a la memoria de las víctimas del terrorismo! Y sobre todo: ¡Cuánto miedo a los enemigos de la libertad y de la justicia! ¡Cuánto terror a quienes destruyen las vidas y la paz en las familias de tantas víctimas que el odio programado sentenció a muerte!

¿Hasta cuándo durará al asfixiante bombardeo político-mediático a favor de un falso proceso de paz que más bien es un proceso de guerra contra la memoria de las víctimas del terrorismo para borrarlas de nuestra memoria colectiva?

La Historia cercana y lejana al Siglo XXI, nos advierte que ha sido muy frecuente el empeño totalitario por destruir y olvidar de la memoria histórica a pueblos, instituciones, creencias, principios, saberes, símbolos, imágenes, personas, acontecimientos, documentos y fuentes fidedignas. Esto ya se practicaba en la Antigüedad, y cómo no, en los siglos posteriores, como en el más terrorífico de la Historia que ha sido el siglo XX: el racismo y el terrorismo del estado nazi de Hitler, quiso destruir en los campos de concentración y exterminio, la memoria sagrada del pueblo judío con el Holocausto; Lenin y Stalin, en la que fue Unión Soviética, y Mao Tse-tung, en la República Popular China, de igual modo practicaron el terrorismo comunista de estado con la revolución sangrienta de la dictadura del proletariado que se empeñó en la aniquilación de la memoria religiosa, social y política de naciones enteras.

En el Imperio Romano se denominó a esto con la locución latina de “damnatio memoriae”, es decir, la condena judicial u oficial de la memoria de alguna persona enemiga del poder o contraria a los intereses del mismo. Con las víctimas del terrorismo se está llevando a cabo un proceso similar: condenarlas desde el poder, sentenciarlas a una muerte total indigna para que ni tan siquiera el presente ni el futuro puedan, al menos, rehabilitarlas con la verdad que siempre aparece cuando se descubren las injusticias de los instrumentos del poder como el terrorismo.

Los filoterroristas, podrán cambiar las leyes desvirtuando el Estado de Derecho, el principio de legalidad que nos debe proteger a todos contra las vulneraciones del mismo, pero lo que no podrán jamás lograr, es que borremos de nuestra memoria colectiva a las víctimas del cancerígeno terrorismo izquierdista y del oscurecido atentado terrorista del 11-M, que, a medida que pasa el tiempo, es de dudosa autoría islámica.

Nunca se borrará de nosotros todo lo que representan para los españoles las víctimas del terrorismo: el recuerdo imborrable de sus nombres y apellidos; la presencia viva en nuestras conciencias de las imágenes sangrientas de sus cuerpos destrozados; el sacrificio de sus vidas e ideales por pertenecer a España, su Patria y Nación; la voz silenciosa y doliente que pide coherencia y reparación moral; el dolor y el amor de sus familias, heridas para siempre por el sufrimiento que reclaman justicia y que los asesinos dejen ya las armas, cumplan las penas y pidan de una vez perdón. 

Si la memoria de las víctimas del terrorismo es destruida, nunca aprenderemos de ella la verdad para desterrarlo para siempre. En la memoria de las víctimas del terrorismo se evidencia nuestra Historia moral, constitucional y democrática que no admite la rendición ni la negociación con sus enemigos declarados. La memoria de las víctimas del terrorismo es nuestra memoria, y ningún proyecto político y ningún falso proceso de paz ficticia, la pueden traicionar porque sería como una traición a nuestra conciencia colectiva, y porque nos avocaría a la aniquilación del bien moral que es la unidad de España, ahora amenazada por el invento anarco-republicano de una confederación de naciones-estados que siempre conducen hacia la balcanización.

Pongamos todas nuestras fuerzas democráticas y jurídicas, para impedir que a las víctimas del terrorismo no se les aplique la condena judicial u oficial (“damnatio memoriae”) que se empeña en la destrucción de su sagrada memoria y dignidad atendiendo al pragmatismo inmoral de las circunstancias políticas que han alzado en el poder al socialismo laicista en coalición con un comunismo fracasado y unos ultranacionalismos antiespañoles, anticonstitucionales e independentistas. Y todo porque para el poder y el terrorismo, las víctimas constituyen un obstáculo para alcanzar el control del pasado y de la realidad histórica del presente.