¡Despierta, Europa de tu letargo!

Autor: Diego Quiñones Estévez

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Europa duerme en la comodidad del bienestar de las democracias decadentes que ya no aspiran más que a aumentar la productividad y el consumo y en olvidarse por completo del pensamiento cristiano que les ha traído los valores y los Derechos Humanos que permiten, no sólo a los europeos sino a todos los seres humanos del planeta Tierra, ser libres. 

Europa duerme y se aburre en un sueño acunado por el laicismo radical del que si no despierta le conducirá a una pesadilla que ya se avecina como en otros tiempos oscuros de su Historia: la intolerancia, los fanatismos, los fundamentalismos, los totalitarismos, los nacionalismos, la violación de los Derechos Humanos fundamentales, las invasiones, el terrorismo, las guerras, el odio hacia la Religión y la cultura cristiana de la que ha nacido Europa y de la que por mucho que reniegue, siempre está llamando a sus puertas para avisarnos de que los caminos de la Historia son difíciles de transitar cuando se olvidan las raíces y el pensamiento de donde se ha nacido y se ha criado.

¡Despierta, Europa! Despierta y actualiza tu memoria histórica y abraza de nuevo a la Religión Cristiana que ha levantado la cultura y el pensamiento más sólido de la Humanidad. Sí, el Cristianismo te ha engendrado y aunque tus hijos, los europeos, en algunas ocasiones se equivocaran al ponerlo en práctica en la Historia, él tiene los suficientes fundamentos para seguir junto a ti, para darte la fuerza espiritual que has perdido.

Recuerda, Europa, que la Religión Cristiana Católica, fue la madre que acogió a los pueblos bárbaros que acabaron con el Imperio Romano de Occidente (476 dC.) y les dio de beber en las fuentes del Derecho Romano, de la sabiduría grecolatina y de la sabiduría bíblica: Acogió a los eslavos que formaron los reinos en la parte oriental; a los germánicos del Norte del Danubio y del Rin que dieron lugar a los reinos de los visigodos que en Hispania se impusieron a los vándalos (Norte de África y la Bética), a los suevos (Galicia) y a los primos de los terroríficos hunos, los alanos (Centro de Hispania);  Acogió a los reinos de los francos (Francia); a los reinos de los ostrogodos y lombardos (Italia) y a los reinos de los anglos y sajones (Britania). Todos estos pueblos de orígenes indoeuropeos y politeístas, aceptaron la mansedumbre del Evangelio y tus territorios empezaron a dar los primeros pasos para formar tus naciones y culturas que se engrandecieron con la Edad Media, el Renacimiento, el Barroco y la Ilustración.

Aunque la ruptura de la Iglesia por el Cisma de Oriente en el siglo XI provocó la primera división de los cristianos en católicos y ortodoxos, el Imperio de Bizancio de Oriente (395-711), el Patriarcado de Constantinopla, también contribuyó a la conversión al Cristianismo de los eslavos búlgaros y serbios, así como de Rusia. Destacan en ello los santos hermanos y copatrones de Europa, Cirilo (827-869) y Metodio (815-885). A finales del siglo XI, todos los pueblos eslavos, germanos y románicos, formaban parte de la Cristiandad europea.

No olvides, Europa, que el Sacro Romano Imperio de Carlomagno, hizo realidad la unión de tus reinos en la Edad Media. Desde la Alta Edad Media, por excelencia, la época del teocentrismo, fue donde se dio la mayor compenetración entre la Iglesia y el poder secular. Para comprender esta simbiosis de poder político y religioso hay que atenerse a lo que fue el Medievo: ambos poderes iban juntos con sus errores y aciertos. Sin embargo, ya desde el Emperador Constantino, en la Iglesia de Roma hubo papas como Gelasio I (492-496), que, siguiendo el espíritu del Evangelio, abogaron por la separación entre el Imperio y la Iglesia. Se diferenciaba de este modo de la Iglesia de Oriente que desde el siglo VI consideraba al emperador como rey y sacerdote. Aunque para los obispos de Roma, la unidad de los dos poderes sólo reside en Cristo, los pontífices de Occidente se han de atener a los asuntos de la vida eterna en la tierra  y los emperadores a los asuntos temporales. Entre ambos hay, pues, una separación y diferenciación sin que se olvide la cooperación para buscar el bien común y la justicia.

Carlos, Rey de los francos, el Emperador Carlomagno (742-814), intentó conseguir una sólida unidad de los reinos cristianos católicos. Para ello contó con el apoyo de los monjes benedictinos que desde el siglo IX al siglo XII extendieron la unidad espiritual y cultural de todos tus pueblos. Por algo San Benito de Nursia (480-547) es el Patrono de Europa. Carlomagno luchó junto a los hispanos contra la invasión del islam. Derrotando a los sarracenos, libró a Europa de una invasión violenta y de terror que durante casi ocho siglos sufrieron los hispanos o como los llamaron los francos, los españoles< hispaniolus de los reinos cristianos peninsulares que habían reconquistado Hispania y vencido a los musulmanes invasores que gestaron un mito llamado al-Andalus. Las victorias sobre los sarracenos fueron transmitidas poéticamente por el continente en los poemas épicos de los cantares de gesta como la Chanson de Roland (1090) y el Poema de Mío Cid (1110).

Tus hijos, Europa, nunca han olvidado ese ideal de una Europa unida en todos los ámbitos, y en pleno siglo XX fue recuperada por los padres de la actual Unión Europea que evitaron confundir el poder religioso con el político como aconteció con las políticas intervencionistas y anticatólicas del cesaropapismo, del galicanismo en Francia, del josefismo en Austria, del absolutismo del estado laico napoleónico, del febronianismo en Alemania o del regalismo borbónico en España. Siguiendo el consejo evangélico de Cristo de “dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 15-22), defendieron la separación entre la Iglesia y el estado, pero sin renunciar a la colaboración entre ambos por el bien común y la dignidad integral de las personas, tal y como dejó bien claro la Iglesia Católica en el Concilio Vaticano II (1965).  Así lo llevaron  a cabo después de la II Guerra Mundial, los padres fundadores de la actual Europa, los cristianos católicos, los franceses Robert Schuman y Jean Monnet, el italiano Alcide de Gasperi y el alemán Konrad de Adenauer. Éstos grandes políticos quisieron levantar una Europa de los valores cristianos y humanos que están siendo traicionados por el relativismo y el laicismo radical de las ideologías, ofuscadas por el poder y el beneficio económico y la inhibición producida por la crisis moral y espiritual de los europeos.

Tus hijos del siglo XXI, Europa, sólo piensan en coaliciones o alianzas de estados y negocios, y se olvidan de lo que siempre has sido y has de ser dentro de una democracia libre nacida del Cristianismo donde lo que prevalece es la unión de las personas, de los hombres y de las mujeres que buscan el bien común, la paz, la justicia y la libertad. Si quieres seguir siendo Europa, tienes que concienciar a tus naciones de que han de permanecer unidas porque los peligros y las amenazas son tan antiguos como tu propia Historia.

Recuerda, Europa,  y no olvides que los reinos cristianos nacidos de tus entrañas, en la Edad Media se unieron en las Cruzadas (siglos XI-XV) para recuperar la Tierra Santa donde siempre vivieron los cristianos hasta que el islam la invadió. Pero las luchas intestinas entre los príncipes europeos, no impidieron el avance del islam por conquistar el mundo cristiano que a finales del siglo XI lograron dominarlo en el norte de África, Oriente Medio, Asia Menor y gran parte de España. La yihad o guerra santa del islam nos arrebató el centro de la Cristiandad por culpa de nuestros egoísmos e nuestras irresponsabilidades. Más tarde, el islam se expande invadiendo los territorios cristianos como la mayor ciudad de la Cristiandad situada en el Imperio de Bizancio, Constantinopla (actual Estambul), y luego por los Balcanes y la mayor parte de Europa del Este.

Tus hijos del Cristianismo, Europa,  también han reconocido los defectos y errores que han cometido: el antisemitismo y la Inquisición de la Edad Media hasta la Edad Moderna, tanto de católicos como de protestantes, les llevó a rechazarlos porque son inadmisibles y contrarios a los valores del Evangelio de Jesucristo. La propia Iglesia Católica ha reconocido estos pecados contra Dios y los hombres, pidiendo perdón y reconciliación. Si Cristo y la fuerza del Espíritu Santo, no estuvieran presentes en su propia Santa Iglesia, no hubiera ésta reconocido, que, a veces, no es santa, como su fundador, sino pecadora. Desde el siglo XVI al siglo XVII el antisemitismo y la Inquisición y otras mentiras y difamaciones que formaron parte de la Leyenda Negra del Protestantismo contra el Imperio Español y la Religión Cristiana Católica, hicieron mucho daño a la unidad de Europa. La Historiografía ha descubierto las falsedades de la Leyenda Negra y el tiempo ha sanado las heridas y los cristianos convivimos en la paz de Cristo y el Evangelio con la esperanza de que el Ecumenismo nos vuelva a reunir en la Iglesia de Cristo.

La Iglesia Católica no guarda ningún rencor contra aquellos que la han perseguido y persiguen. Todavía estamos esperando, si no el perdón, que es tan propio del Cristianismo, al menos el reconocimiento de los crímenes cometidos contra la Iglesia y la Humanidad: Los del terror jacobino del despotismo y el ateísmo ilustrado, en la Revolución Francesa(siglo XVIII) que provocó en tres años, más asesinatos que los trescientos de la Inquisición católica y protestante que nació en el siglo XIII con la buena intención de evitar las herejías contra los fundamentos del Cristianismo, y que luego fue un instrumento de perversión en manos del poder civil y eclesial contra las heterodoxias y los falsos conversos: de los 200.000 procesados, fueron 3.000 reos ajusticiados frente a los 30.000 asesinados por el terror jacobino; Los cientos de millones y millones de asesinatos provocados por el terrorismo de estado de los genocidios del nacionalsocialismo nazi y de los genocidios de las revoluciones socialistas de soviéticos, chinos, camboyanos, norcoreanos y un largo etc., en el que no nos olvidamos de los mártires de la Guerra civil española de 1936; Los del fundamentalismo islámico que aún en el siglo XXI sigue provocando mártires en las diversas confesiones cristianas en los países árabes, africanos y asiáticos donde los cristianos son minorías perseguidas y marginadas, violándose los Derechos Humanos fundamentales. El siglo XX, ha sido el siglo con mayor número de mártires cristianos en todas las confesiones. La cifra es terrorífica, 451400.000: cuarenta y cinco millones cuatrocientos mil. Este odio hacia los cristianos sobre todo en África y Asia, cuenta con el silencio de los países de Occidente y de las Organizaciones Internacionales que deben defender los derechos humanos de todas las personas, sean de la religión, de la raza o de la ideología que sean.

Hasta el propio Santo Padre Juan Pablo II sufrió un atentado terrorista en 1981 preparado por los servicios secretos soviéticos pero ejecutado por un terrorista turco. El atentado falló y las consecuencias no tardaron en llegar con la caída del Muro de Berlín (1989), con la caída del Telón de Acero que trajo la desaparición del totalitarismo comunista en la Unión Soviética. El Santo Padre, perdonó a quienes intentaron asesinarlo y su pontificado ha sido el de la paz, el del perdón y de la misericordia, el de la justicia y el del amor de Cristo. Durante los 25 años de su papado, el diálogo ecuménico ha sido tan esencial como el  interreligioso donde se  incluyen a todas las religiones, entre ellas el judaísmo y el islamismo. El Santo Padre actual, Benedicto XVI, no ha olvidado estos postulados irrenunciables de la Iglesia Católica porque forman parte del amor y de la Verdad de Cristo, en unos tiempos donde el relativismo en la política y en el pensamiento débil se ha convertido en un totalitarismo como los que tanto daño han hecho a los hombre y mujeres de Occidente.

Muchas han sido las ocasiones en la Historia, Europa, que tus hijos y herederos del Cristianismo, han dado la vida por defender tu integridad territorial, cultural y espiritual. Como cuando el islam invadió durante ocho siglos el Sur de Europa, la Península Ibérica, España y Portugal. Los Reyes Católicos y los reinos portugueses y francos, impidieron una invasión que dejó a España en un invierno de barbarie e incultura porque se persiguió a la civilización romana, visigoda y judeocristiana hasta casi exterminarla.

Recuerda, Europa, que Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, intentó como Carlomagno, la unidad europea desde los fundamentos del Cristianismo y no sólo de Europa sino de Europa con  América con la gran obra de la Evangelización iniciada con los Reyes Católicos de España, Isabel y Fernando. Sin embargo, los intereses particulares del poder de los estados-naciones de Europa provocó la ruptura territorial y espiritual. Pero a pesar de las guerras nacionalistas entre los príncipes europeos, el  Imperio Español de los siglos XVI y XVII, otra vez España, la España de Felipe II, te salvó de una nueva invasión de la media luna del Imperio Otomano cuando don Juan de Austria derrotó a los turcos en la batalla naval de Lepanto (1571). Así,  a finales del siglo XVI, el islam dejó de ser la gran superpotencia del mundo occidental que había sido desde la Edad Media. Le fe de tus hijos, te ha salvado de los peligros de la guerra y de las invasiones, y cuando han perdido esa unidad en la fe de la Iglesia de Cristo, te han hundido en conflictos fratricidas como la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) debida al cisma que provocó la Reforma protestante del Cristianismo en distintos territorios políticos y confesionales. La paz de Westfalia (1648), nos  llevó a la división entre europeos católicos y europeos protestantes. Y una vez más, Europa, fracasamos en lograr la unidad en la diversidad y en un proyecto común transcendente y humano como era el Sacro Imperio Romano Germánico.

Cuando tus hijos, Europa, han perseguido y arrinconado  los valores y principios del Cristianismo que te han hecho la madre de la cultura de Occidente, has conocido el terror del estado despótico de la razón irracional de la Revolución Francesa (siglo XVIII) y de la Revolución bolchevique del socialismo marxista(1917); has conocido el nihilismo y el terror criminal de dos guerras mundiales: La I Guerra Mundial(1914-18) con más de 12 millones de muertos, fue provocada por el nacionalismo y el imperialismo del siglo XIX, por la carrera armamentística de alianzas político-militares y por la avidez  del desarrollo económico de la Revolución Industrial del siglo XVIII que buscó controlar los mercados neocolonialistas y mundiales, y que más tarde trajo las bestias del terror del siglo XX: el nazismo, el fascismo y el comunismo; De éstas aberraciones nació la II Guerra Mundial (1939-45) con 56 millones de muertos, donde las alianzas o pactos político-militares de las grandes potencias imperialistas, nacionalsocialistas y totalitarias, llevaron hasta las últimas consecuencias el terrorismo de estado de la Revolución Francesa, provocando el exterminio racista, ateo, xenófobo ideológico y antirreligioso de los judíos y cristianos en los campos de concentración y experimentación científica de los nazis y de los gulags soviéticos (1917-1991). La  Guerra Mundial acabó gracias a la intervención decisiva, como en la anterior, de los hijos de tu misma cultura y religión de Norte América que te liberaron del totalitarismo nazi. Aunque también se terminó con el arma más exterminadora que ha inventado la ciencia: la bomba atómica. De nuevo la democracia de los Estados Unidos, también te salvó de las garras totalitarias del comunismo durante la Guerra Fría(1947-1991) donde las armas nucleares amenazaron, y siguen con la amenaza, con destruir a las civilizaciones del planeta Tierra junto también a otra amenaza igual de nihilista: el terrorismo islámico y ultranacionalista.

Los nacionalismos heredados del pasado son los que han vuelto a ponerte contra las cuerdas de la barbarie y las bestialidades de los conflictos interétnicos y religiosos como la Guerra de los Balcanes (1991-1995), una guerra civil como todas, sin sentido, originada por las rivalidades y el odio entre albanokosovares y serbios. Los dirigentes europeos, dieron muestras de su cobardía moral e incapacidad política, ya que el conflicto, una vez más, lo  resolvieron  los Estados Unidos que se responsabilizó del mando de la fuerzas militares de la O.T.A.N. Europa, volvió conocer más divisiones territoriales y renació el rencor entre los europeos  de los Balcanes, de nuevo, separados por las luchas cainitas de la limpieza étnica de los nacionalismos eslavos. Europa no aprendió de la I Guerra Mundial que se inició en los Balcanes con el atentado terrorista de Sarajevo contra el heredero del Imperio Austrohúngaro (1867-1918) el Archiduque de Austria Francisco Fernando de Habsburgo en 1914.

Europa aún sigue con las amenazas de los nacionalismos separatistas en el sur, más en concreto en España, donde el peligro de la balcanización por culpa del terrorismo y de pactos políticos anticonstitucionales, está siendo cada vez más real si los españoles y los europeos no lo evitan. Pongámonos en manos de la razón de la verdad y de la democracia constitucional para que no se produzca una ruptura tan trágica y sangrienta como la que acabó con la ex-Yugoslavia.

Europa, en el amanecer del siglo XXI, tus actuales hijos tienen todos los síntomas de haber perdido la memoria negra de tu pasado y ahora sólo buscan conciertos productivos, o como dicen las mentes obtusas de muchos de tus políticos acobardados (mancillando el valor de la palabra judeocristiana de “alianza”) alianzas de civilizaciones político-comerciales que conllevan pactos vergonzantes que atacan a la dignidad de tus naciones. Pactos de poder a espaldas de los ciudadanos adormilados en los placeres cotidianos del comer y del beber, del disfrute del hedonismo teledirigido para que no piensen con la inteligencia crítica, para que no crezcan en los valores humanos transcendentales: “¡Que no piensen los europeos!”- Dicen los líderes que te desgobiernan, Europa- “¡Que no piensen y que no crean en nada! ¡Es peligroso que piensen y sobre todo que crean en Dios!” Ellos ya se encargan de llenar las mentes y los estómagos de los europeos con las mentiras del poder porque si piensan y sobre todo, si creen en Dios y en los valores de la verdad, entonces, tus gobernantes, Europa, se sienten perdidos. Pierden los macrobeneficios de los negocios de la Europa de los 25, que, por el camino que vamos, llegaremos a ser de la Europa de los 25.0000 territorios microeconómicos sin identidad histórica, espiritual, cultural y humana.

Esto es lo que quieren tus destructores, Europa, y tus enemigos con los que colaboran consciente o inconscientemente la inmensa mayoría de tus dirigentes europeos: pisotear la cultura y la creencia cristiana, pisotear la razón de la filosofía occidental.

Europa duerme, tiene miedo y permanece impasible ante la persecución y desaparición mediático-política, descarada o solapada del Cristianismo dentro de sus fronteras tan difuminadas y fuera de ellas: Dentro por el pensamiento débil y relativista, por las políticas de un laicismo neomarxista o neoliberal, radicales y ateos, que sólo piensan en aumentar su propios egoísmos materiales: poder y lujo, poder y dinero, poder y hedonismo, poder y más poder para controlar todo en la vida de los ciudadanos y así transformarlos en monstruos esclavos de la perversión y las mentiras de una Europa que ya no quiere ser Europa; Fuera, por cerrar los ojos ante la barbarie del terrorismo fundamentalista islámico y ultranacionalista; ante la violación del derecho internacional en las naciones más pobres gobernadas por dictaduras socialistas o fundamentalistas; ante la corrupción de las organizaciones internacionales que sólo se preocupan por los beneficios de los poderosos y privilegiados. Europa, cierra los ojos y pone las manos para que se las llenen de petrodólares y beneficios comerciales y empresariales; Europa, cierra los ojos y consiente la sistemática violación de la libertad de expresión y de creencias, en especial cuando esa violación se lleva a cabo contra las personas, las instituciones y naciones judeocristianas.

Europa, dentro y fuera de sus fronteras confusas, tiene miedo al terrorismo islámico y ultranacionalista, tiene miedo y  cierra los ojos y la mente ante el odio, la ira y la violencia sistemática de los que se dicen que hay que ser tolerantes y respetuosos con ellos, pero que ellos mismos todos los días nos demuestran todo lo contrario contra quienes se ponen delante de ellos con la fe y la razón de la verdad que descubren las falacias de sus obsesiones fundamentalistas y totalitarias.

¡Despierta Europa! Despierta de tu letargo porque las civilizaciones que se duermen y olvidan el pasado y su destino, están condenadas a ser prisioneras de los que las han conducido al sueño soporífero y placentero, al sueño del miedo y del terror, del cual sólo se las despierta para que miren y sufran cómo exterminan hasta la última raíz de su ser y de su existir.