Silencio complaciente, ante los gritos silenciosos del aborto, la clonación, la eutanasia y el terrorismo.

Autor: Diego Quiñones Estévez

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Recordemos aquellos no muy lejanos tiempos, cuando se aprobó la legalización del aborto, allá, por los oscuros años de la corrupción política, del paro degradante y luego del terrorismo de Estado de los GAL, aquellos años que configuraron, lo que algunos han calificado como la dictadura silenciosa del felipismo y sus secuaces del mundo mediático y empresarial, sin dejarnos en el olvido a sus compinches habituales: el feminismo radical y al nacionalismo insolidario, antiespañol y filoterrorista.

Los recordamos y no olvidamos, con el mismo escalofrío que ahora nos produce en nuestras conciencias los asesinatos de fetos en clínicas abortivas pagadas con nuestros impuestos, que durante tantos decenios se han venido practicando con el silencio complaciente y cobarde de los políticos y de la inmensa mayoría de la sociedad española, que han despreciado la denuncia profética de la Iglesia Católica y los grupos pro-vida en defensa del no nacido tanto sea feto como embrión.

En aquellos tiempos, tan iguales a los de hoy en día en cuanto a la degradación política y moral, tanto en la enseñanza pública como en la convivencia diaria, había el mismo silencio complaciente por parte de una progresía de la pedagogía nihilista, que, al unísono que asentía, promocionaba en los centros públicos y en los espacios de la cultura y la ciencia, el falso derecho de la mujer a hacer con su cuerpo lo que le viniera en gana, justificando lo injustificable: el asesinato legalizado que es el aborto. Una ley del aborto (La ley Orgánica de despenalización del aborto en determinado supuestos (1985), nunca cumplida y que ha dado lugar al aborto libre consentido) que no se sometió a un referendo nacional para que decidieran todos los españoles, como así se ha hecho en otras democracias. Los políticos españoles, siempre han antepuesto el programa del partido a los derechos humanos y constitucionales, como son el derecho a la vida o a la familia fundada en el matrimonio hombre y mujer.

La Ley del Aborto, fue una imposición totalitaria del partido socialista, luego admitida y consentida por el partido de la derecha democrática y liberal. Ambos, han permitido el aborto libre ya que se han incumplido los tres supuestos para la interrupción del embarazo: violación, malformación del feto y peligro físico o psíquico de la madre.

En los centros públicos de enseñanza y los medios de comunicación, estaba perseguida, la defensa del no nacido. El vídeo titulado El grito silencioso (The Silent Scream, 1984) del que fue médico abortista, el norteamericano, convertido al cristianismo, Bernard Nathanson, en los años 80 y en los noventa, e incluso ahora, estaba y está desterrado de los programas de educación para la sexualidad, porque no son programas para formar en la sexualidad que se fundamenta en el amor, la responsabilidad y el respeto mutuo entre la mujer y el hombre, simplemente son programas de promoción del sexo por el sexo. Sólo en la educación religiosa católica en los centros públicos, por medio de la asignatura voluntaria de Religión y Moral Católica, se denunciaba el aborto, se informaba a los adolescentes lo que supone el aborto como asesinato de un ser humano. Las imágenes de fetos de todo tipo que eran destrozados y arrojados en cubos de basura, las imágenes de cómo era asesinado en el seno de su madre al niño no nacido, son las mismas que siguen repitiéndose en las clínicas abortistas de la España actual del laicismo totalitario e irracional socialista, aferrado ahora a la neomarxista ideología de género. Esas imágenes terribles, que nos demuestran hasta qué extremos de degradación moral y jurídica han conducido las políticas de partido a la sociedad española, se siguen repitiendo y tienen la misma respuesta: un silencio complaciente, porque se han cerrado las puertas de las conciencias ante las denuncias de la Iglesia Católica y las organizaciones que defienden la vida desde el principio hasta el final de la misma. El feto no es “un trozo de carne”, como decían y dicen los intelectuales progresistas y proabortistas en los centros de enseñanza pública y en los medios culturales y de información social afines. El feto, lo ha demostrado la ciencia, es un ser humano, que siente, padece, tanto es así que tiene la suficiente capacidad para ser consciente de que van a asesinarlo, cuando los instrumentos abortistas, violan el santuario materno.

De la dictadura silenciosa del felipismo socialista, pasamos luego a la época de la recuperación económica, donde el paro quedó en gran parte paliado por el crecimiento del bienestar material que llegó de la mano del neoliberalismo de la derecha democrática, pero que sin embargo consideró el aborto en los mismos términos inhumanos que sus oponentes ideológicos socialistas. Los estómagos llenos por los años de bonanza consumista de un gobierno de derecha, también se olvidaron del aborto, del derecho a la vida del feto, desde la fecundación hasta que alcanza su plenitud vital en el santuario materno. Otro olvido silencioso, que siguió y prosigue provocando miles y miles de asesinatos anuales, ocultos y jamás manifiestos por unos medios de comunicación que no informan sino que deforman la verdad sobre el derecho a vivir como embrión y como feto.

Desde que se aprobó La Ley del aborto hasta ahora, la cifra de casi dos millones muertes de fetos provocadas por el aborto, es un dato estadístico que demuestra el nulo aprecio por la vida de los no nacidos porque se está destruyendo el bien moral de nuestra sociedad.

En estos inicios del siglo XXI, estamos más allá del punto de partida que cuando se legalizó el aborto, con otro gobierno socialista y laicista, el cual continúa con la misma mentalidad pro-abortista, antivida y antifamilia, pero multiplicándola hasta extremos degradantes. La mayoría de la sociedad española no defiende el derecho a la vida del no nacido, por más que en una última encuesta sociológica se nos diga que el 65 % de los españoles, prefiere que el niño se entregue en adopción, y porque en esa encuesta se descubre la misma mentalidad proabortista de nuestra sociedad, pues, el 71% de los encuestados, sigue apoyando que debe ser  la mujer quien decida libremente abortar o no, anteponiéndose de este modo, el capricho irracional de la mujer al derecho a la vida de una persona, como es el niño, que en algunas formas diabólicas de aborto, se le practica un infanticidio encubierto. Los datos estadísticos de una encuesta, nunca descubren lo que en verdad piensan los encuestados, nunca reflejan la realidad en la que viven: durante decenios y decenios, gran parte de la sociedad española se ha inhibido ante la inhumanidad del aborto, como ahora se calla e inhibe ante las deshumanizantes leyes sobre la clonación de seres humanos, del consentimiento sanitario-político-mediático de la eutanasia activa y pasiva y de la administración de la píldora abortiva de embriones, la RU-486, la llamada píldora abortiva del día después. Si así fuera, hubieran exigido a los políticos, que apoyan con sus votos y suben al poder, que modificaran las leyes que violan el derecho a la vida desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte digna. Los políticos y sus programas de poder absoluto, son un reflejo de una sociedad que lo único que le importa es cómo pagar la hipoteca de una casa y cómo llenarla de objetos de placer y consumo. Muchos españoles, no se atreven a pensar que el asesinato de miles de seres humanos inocentes e indefensos en las cloacas abortistas, es el anuncio de que esas casas, en un futuro cercano, estarán vacías del amor entre padres e hijos. Los hogares vacíos de vida y amor, serán la destrucción de la familia, traerá la desaparición de una sociedad en todos sus aspectos, incluido al que más apegado están los españoles: el bienestar material.

Otra dictadura, la dictadura del relativismo nacionalsocialista y laicista, vuelve a caer en las mismas barbaridades de siempre y a aumentarlas con la aberrante y feminista ideología de género: promueve y consiente el aborto libre, la clonación de seres humanos, la eutanasia activa y pasiva y la negociación claudicante con el terrorismo del nacionalismo totalitario que ofende la dignidad de las víctimas.

Todos los gritos silenciosos de las víctimas del aborto, de la eliminación de embriones humanos por la clonación, de la eutanasia y del terrorismo, se agolpan en nuestras conciencias para recordarnos que sin dignidad, sin justicia, sin humanidad, sin amor y sin misericordia para con los más necesitados, no se mantiene en pie ninguna democracia, ninguna sociedad que ame la libertad, el bien común, la verdad y los derechos de todas las personas.

Vivimos en una sociedad que sigue narcotizada por un nihilismo relativista, ya no sólo antes los asesinatos de los indefensos e inocentes seres humanos no nacidos, sino también ante los tremendos atentados terroristas del 11-M en Madrid o el último de la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas en Madrid, y con la archirepetida política complaciente y de negociación cobarde con el terrorismo nacionalista, que ha asesinado y destrozado a millares de personas durante casi cuarenta años.

La pérdida de la conciencia moral de lo que es el aborto, nos ha traído la misma complacencia silenciosa y cobarde ante la manipulación genética de embriones humanos condenados a morir, ante la eutanasia activa y pasiva, y ante el sufrimiento silenciado de tantas y tantas víctimas del terrorismo, que gritan que se haga justicia, la misma justicia y humanidad que se exige para el embrión, el feto, el anciano o para una vida de una persona que se encuentra psíquica o físicamente discapacitada o bien con una enfermedad terminal.