Si el ejercicio adelgazara...

Autor: Padre Eduardo Barrios, S.J.

 

 

             “Las ballenas nadan mucho y no adelgazan”, observaba un humorista. Enseguida intervino un biólogo marino para dictaminar que tales cetáceos engullen arrobas de “sea food” durante sus jornadas de nado; les falta fuerza de voluntad para privarse de tanto “catch of the day”.

          También hay deportistas que, a pesar de los entrenamientos diarios, andan sobrepesados. No nos referimos a luchadores de Sumo, sino a practicantes de deportes menos exóticos, como el Béisbol y el Basket Ball. Shaquille O’Neal va por las 325lbs.

          Si alguien se asoma por los gimnasios verá que cada día se inscriben obesos. Pero la mayoría sigue igual después de seis meses de fidelidad; no pocos sucumben al desencanto y se dan de baja.  Algunos gordos sí continúan con los ejercicios, pues por lo menos mejoran las medidas en las circunferencias de cintura, cadera y perniles. Además, el ejercicio conlleva otros beneficios: Fortalece, mejora la calidad del sueño, combate el estrés y actúa como antidepresivo.

          También hay quienes realmente adelagazan. Son los que no lo esperan todo de la gimnasia, y aceptan resignados que deben reducir la ingesta de alimentos.

          En los gimnasios hay bicicletas estáticas y aparatos que indican las calorías que gasta el usuario. Si, por ejemplo, alguien camina sobre la estera a paso de fugitivo por quince minutos, verá que ese esfuerzo sólo le ha arrebatado 100 calorías a su anatomía. No es mucho si se tiene en cuenta que un helado “Klondike” contiene 250 calorías, una coca-cola aporta 140 y un “corn muffin” contribuye con  300.

          Las personas ocupadas no pueden pasarse el día en el gimnasio o trotando por los parques.      No les queda otra solución que comer menos. La mayoría de los adultos puede vivir con la mitad de lo que come.

El primer paso sería redefinir las porciones, dividiéndolas por dos. ¿Qué libro de la Biblia dice que la ración de huevo en el desayuno deba ser de dos con guarnición doble de tostadas empegotadas de mantequilla? Quien necesite adelgazar, bien puede desayunarse con un solo huevo, no frito, y acompañado de una sola tostada acariciada con mantequilla “light”.

Continuando con el principio de dividir por dos, ¿por qué no comer media manzana o media banana o la mitad de lo que sea?

¿Con qué frecuencia comer? Exceptuando a diabéticos u otros enfermos que deben hacer cinco comidas pequeñas al día, a los adultos sanos les basta con las tres calientes más quizás algún cafecito o té entre comidas. Por nada del mundo se debe comer tarde en la noche. Esos bocados tardíos son los mejores aliados de la obesidad.

De las tres comidas diarias, una sea ligera. En los EE.UU. había tradición de desayuno y cena fuertes, pero “lunch” leve. Actualmente abunda la oferta de “lunches ejecutivos” que incitan al buen comer a mediodía. Entre los que banquetean a esa hora hay quienes se dan el lujo de siestear, optimizando así la asimilación.

 Comer fuera de casa resulta arriesgado. Hay que protegerse pidiéndole al camarero ahorrarse el pan inicial. Algunos restaurantes indican las onzas de los “steaks”; escoja uno de ocho o, al máximo, doce onzas, con escolta de vegetales o ensalada. No pida aperitivos. En cuanto al postre, si son tres comensales, ordene uno solo con tres cucharitas.

Se impone creatividad a la hora de restar calorías en la mesa y no confiar solamente en quemarlas con ejercicio.

Finalmente, cuando arrecia el deseo desordenado de comer, ayuda a la persona cristiana recordar la virtud de la templanza, opuesta al vicio de la gula; también ayuda tener presente que al dominio del apetito se le puede dar cariz de ayuno, sacrificio recomendado para el progreso espiritual y como medio de asociarse a la cruz de Cristo por la salvación del mundo.

El autor es un sacerdote jesuita

Ebarriossj@aol.com