Deslices litúrgicos

Autor: Padre Eduardo Barrios, S.J.

 

 

             Aunque durante el ya clausurado Año de la Eucaristía se escribió mucho sobre la recta celebración de la Santa Misa, no viene mal que llueva sobre mojado, y recordar que todavía subsisten deficiencias.

          Se puede decir que los fallos se deben a omisiones, adiciones y mutaciones. Procedamos inspirados en las normas del Misal escritas con letra pequeña y roja, las rúbricas:

1) La Misa comienza con la procesión de entrada. Es importante que los ministros vayan en el orden correspondiente. El Canto de ingreso no debe alargarse demasiado.

2) Ante el altar se hace la “debida reverencia”. Si el Sagrario está detrás, procede la genuflexión. Si el Santísimo se reserva en capilla lateral, entonces venia profunda.

3) “Besa el altar”. No hay por qué omitir tan piadoso gesto.

4) El celebrante dirige los ritos iniciales desde la sede. A veces por falta de acólito lo hace desde el altar, pero mejor no ir al altar hasta que comience la Liturgia de la Eucaristía.

5) Hay seis fórmulas para el saludo inicial en Tiempo Ordinario. También las hay propias de otros Tiempos. Debe procurarse la variedad.

6) Si el sacerdote hace una monición inicial, no debe tener visos de homilía, sino de breve introducción a la Liturgia.

7) El Acto Penitencial también cuenta con diversidad de formularios. Debe evitarse la rutina.

8) El celebrante tenga presente si la Liturgia exige canto del Gloria. Se dice en solemnidades y fiestas, no en memorias o ferias.

9) La primera gran oración de la Misa se llama, “Colecta”. Se introduce con la invitación, “Oremos”; no diciendo, “El Señor esté con Ustedes”.

10) La primera lectura, y la segunda cuando hay, concluye con la expresión, “Palabra de Dios”; se responde, “Te alabamos, Señor”. En cambio, al final del Evangelio se dice, “Palabra del Señor”; la respuesta es, “Gloria a ti, Señor Jesús”. Antes del evangelio, el sacerdote dice una oración “en secreto”, es decir, en voz baja.

11) Después de las lecturas viene la homilía. Obliga los días de precepto, pero se recomienda diaria. Es el momento con más espacio para la creatividad. El predicador debe prepararla bien mediante la meditación y estudio de los textos. No se acoja demasiado fácilmente a homilías de otros predicadores, pues cada cual tiene su carisma profético.

12) Después del Credo se reza la Oración de los Fieles. Las peticiones deben proceder comenzando por las necesidades más universales para acabar con las más particulares de la comunidad. Aquí conviene ejercitar la creatividad, y no limitarse a copiar peticiones importadas de otros lugares.

13) Al comenzar la Liturgia Eucarística se coloca abierto el corporal sobre el altar, y no antes. Como la palabra “corporal” indica, esa pieza es para el “Corpus”, para que no se dispersen partículas de hostias consagradas. El Misal no debe colocarse sobre el corporal.

14) Es significativa la procesión con las ofrendas, a saber, del pan, vino, y otros dones, como lo recolectado en los cepillos.

15) El sacerdote eleva un poco el pan y el vino, y los presenta a Dios con oraciones independientes; no hay que fusionarlas en una. Antes de presentar el vino, el sacerdote o diácono prepara el cáliz; al añadir unas gotas de agua, dice oración “en secreto”, o sea, no voceada.

16) No debe omitirse, como algunos hacen, el lavatorio de las manos, gesto humilde y devoto. Se hace acompañado de otra oración “en secreto”.

17) Después de esa ablución viene una exhortación a orar. Existen tres fórmulas en aras de la variedad. La respuesta del pueblo es invariable.

18) La Oración sobre las Ofrendas no va precedida ni de “El Señor esté con Ustedes” ni de “Oremos”.

19) La plegaria eucarística comienza con el Prefacio. Nótese que hay prefacios unidos inextricablemente al resto de la plegaria eucarística. Las tres primeras plegarias eucarísticas admiten variedad de prefacios. No así la cuarta, que tiene prefacio fijo. También tienen su prefacio inmutable la pleglaria eucarística quinta en sus cuatro versiones y las dos plegarias sobre la reconciliación. Lo mismo se diga de las tres plegarias para Misas con niños. Hay catorce plegarias eucarísticas en español, pero algunos celebrantes abusan de la segunda, la más breve de todas.

20) Los sacerdotes deben cumplir los gestos prescritos durante la parte central de la Liturgia, como extender las manos, juntarlas, ponerlas sobre las ofrendas, etc.

 21) No debe fraccionarse la hostia antes de la consagración. Esa fracción se hace después del Padre Nuestro, dentro del Rito de la Comunión.

22) Para introducir el saludo de paz hay cuatro fórmulas que dan variedad a la exhortación. Aunque la paz se desee a todos los presentes, los fieles no deben recorrer toda la iglesia dispensando besos y abrazos por doquier. El gesto de paz, sobrio, se hace a los cercanos.

23) La Comunión se recibe. No está bien apoderarse de la hostia con los dedos. Se recibe directamente sobre la lengua o sobre la palma de la mano, en gesto de receptividad, no de apropiación.

24) La oración después de la Comunión va precedida de “Oremos”, no de “El Señor esté con Ustedes”.

25) Después de esa oración puede haber “oportunos anuncios, si es necesario y con brevedad”. No conviene sacar del recogimiento con saludos informales y con avisos sobre temas banales, como cursos de cocina o rifas de pavos. Para anuncios más pedestres basta con exhortar a que los lean en el boletín parroquial.

 26) Después del rito de conclusión, los feligreses deben evitar toda impresión de estampida hacia las puertas. No comiencen a salir hasta que el sacerdote y sus ministros hayan llegado a la sacristía.

El autor es un sacerdote jesuita, que somete todo lo dicho al juicio de la autoridad competente.

Ebarriossj@aol.com