Ante su grandeza yacente

Autor: Emilio de Armas

 

 

La Voz Católica llora con todo el pueblo cristiano, y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad sobre la tierra, la muerte de Juan Pablo II, el hombre que llevó las sandalias del pescador por todos los caminos y a todos los rincones, en una evangelización que hizo del dolor un mensaje de esperanza. Juan Pablo II es la imagen del ser humano erguido en su dignidad de hijo de Dios; es la imagen del cristiano erguido en su esperanza de hijo de Dios; es la imagen del sacerdote erguido en su consagración a Dios; es la imagen del Santo Padre erguido ante su pueblo en representación de Dios, y de rodillas ante Dios en representación de su pueblo, que es la humanidad.

Juan Pablo II fue la roca que la Providencia divina puso en medio de todos los ríos desbordados del siglo XX: vinieron los embates del nazismo y del comunismo, y la roca resistió. Pasaron las guerras, una tras otra, aparentemente interminables, y la roca resistió. Asentada sólo en la Palabra de Jesucristo. Asentada en el agua viva de la verdad: “Mi reino no es de este mundo”. Pero es la única esperanza de este mundo. Porque sólo el Rey del que Juan Pablo II fue Vicario encarna la Verdad, el Bien y el Amor que tanto necesitan los seres humanos.

Durante los días finales de su ejemplar agonía, el mundo se ha congregado, en multitudes y en espíritu, bajo las ventanas luminosas de su último alojamiento terrenal. Todos los demás eventos han parecido cesar, como si nada más importara realmente. Un hombre estaba viviendo su muerte en nombre de toda la humanidad. Un hombre estaba viviendo su muerte, convencido de la Resurrección, en nombre de toda la humanidad.

¿Qué vamos a hacer ahora, ante su grandeza yacente?

 

Emilio de Armas es director de la Voz Católica, Periódico de la Arquidiócesis de Miami