Polos opuestos

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Decíamos que al igual que tenemos la presencia de lo negativo, el mal, en la naturaleza, lo tenemos también en nosotros mismos, los seres humanos. Nos agobia, a través del aprendizaje de nuestra vida, tener que lidiar con esa nuestra inclinación al mal.

Al dejarnos llevar ya varias veces por lo negativo y destructivo de nuestras inclinaciones, caemos en la cuenta de que todo ha sido causado por el egoísmo.

Inicialmente, en nuestro proceso de convertirnos personas, de niños hemos “necesitado” de ese instinto de preservación y protección necesario para encontrarnos a nosotros mismos. La identificación personal comienza con encontrar nuestros límites y también nuestras casi infinitas potencialidades. En esto reconocemos que cierto egoísmo es necesario en la primera etapa de nuestras vida. Pero al convertirnos en personas sociales, el egoísmo se va aplacando. La adolescencia y nuestra incorporación a un grupo social, nos hace interesarnos en los demás e integrarnos a la sociedad. Necesitamos ser aceptados por los demás. Vamos comprendiendo entonces que el egoísmo es un obstáculo para esa verdadera integración.

Ahí deberíamos tener dos ayudas importantes. Una, la sociedad que nos ayude a crecer sanamente, sin temores ni amenazas, pero con una disciplina orientada hacia equilibrar nuestros deberes y derechos. La otra ayuda es el desarrollo de la espiritualidad interior.

La sociedad tiene el deber de ayudarnos a crecer en conciencia. Nuestra espiritualidad interior, por su parte, nos hace libres, orientados hacia un fin trascendental, más allá de nuestros límites y posibilidades. Ya hemos aceptado de que no somos animales regidos por sus instintos sin poder nunca conocer lo que es la libertad. Necesitamos encontrar en la historia un camino que nos lleve a una manera de ser que tenga sentido. En lo social y lo político hemos intentado muchos sistemas. Todavía venimos sufriendo los que usan y abusan de los seres humanos y obstaculizan ese sano crecer en conciencia y siguen esclavizando a las mayorías.

Por otra parte, el desarrollo histórico de nuestra espiritualidad nos ha enseñado un camino que trae respuestas para todo ser humano de cualquier raza, cultura y clase social. El cristianismo, aunque mal usado por los poderes políticos y sociales en varios tiempos de la historia, nos trae esa teoría de vida y sobre todo una dinámica práctica para desarrollarnos como personas concientes. La fe que nos enseña el cristianismo va por encima de todos esos sistemas políticos y sociales que tienden a detenernos en el proceso histórico de volvernos personas.

Pero para aquellos que siguen queriendo usar y abusar de los seres humanos, esta fe cristiana es muy peligrosa. Constantemente atacan al cristianismo por activa y por pasiva. Por activa, criticando infantilmente todo lo que la Iglesia, como guía, trata de denunciar y anunciar. Por pasiva, dando a los humanos más medios para hacerlos no pensar, drogarlos con entretenimientos y modas pasajeras, sacarlos de sus responsabilidades y deberes: en fin, volverlos puros animales que solamente siguen sus instintos.

Los animales no tienen historia ni personal ni social. Nosotros los humanos, sí. Revisemos la historia y comprobemos que solamente el cristianismo nos da hoy respuestas universales para desarrollarnos.

Seguiremos reflexionando sobre el bien y el mal para crecer libremente con la ayuda de una visión positiva de la vida.