Discerniendo…

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Con un Dios que se le reveló a Jacob como “Dios desafiante” pudiéramos considerar simplistas las conclusiones de Ignacio de Loyola después de elegir el bien y rechazar el mal. Los Ejercicios Espirituales nos han liberado individualmente a través de un encuentro personal con Cristo. Nos hemos incorporado a la comunidad cristiana: la Iglesia. Nos hemos comprometido a seguir a Cristo tanto en las alegrías como en las tristezas, en el honor como el deshonor. La Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo nos han realmente hecho encontrar la liberación de los hijos de Dios. ¡Ya el mal no tiene poder sobre nosotros! 

¡Sí, pero no! Y nuestro visionario del Renacimiento, Ignacio de Loyola, lo sabía muy bien. Sus soluciones no podían ser simplistas.  

Al entregarnos a seguir a Cristo en su Reino y comprometernos de todo corazón, entramos de verdad en una nueva dimensión. Sin embargo este nuevo nivel espiritual es ambiguo. De una parte estamos ya liberados, pero todavía estamos sujetos a nuestra libertad humana, por lo tanto, a las tentaciones y atracciones al mal. Seguiremos víctimas de nuestro egoísmo.  Este mal ya no aparecerá al descubierto como algo claramente destructivo. Vendrá sutilmente “disfrazado de bien”.  

Ignacio nos ha explicado que lo importante es amar, ordenar toda nuestra vida en el amor. Sin embargo ese amor nos puede jugar una mala pasada. Nos ocurrirán cosas y nos vendrán ideas llamativas y deslumbrantes, sin embargo detrás siempre estará el egoísmo y el negativo mal que a la larga nos harían fallar y desviarnos del verdadero camino. 

El amor tiene que ser razonado y reflexionado con discreción. Nuestras emociones pueden engañarnos si no las integramos con la razón. Por eso nuestro Papa Benedicto XVI nos insiste tanto el equilibrio entre la fe y la razón. Ni la una ni la otra, solas, nos llevarían por el buen camino. Somos complicados, no hay duda. El crecer en conciencia en la vida no es un camino fácil… ¡Dios es desafío! El se nos irá manifestando en la vida siempre como en la lucha de Jacob, para que sigamos enfrentando a  nuestro destino futuro, luchando siempre por progresar.  

Esta la liberación inicial sobre el mal que nos facilitan los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, no es una meta. ¡Es un camino! Pero un camino fascinante de aventura y de continuos descubrimientos personales y sociales enmarcados por un universo infinito. Esta aventura de vida se irá desenvolviendo y desarrollando en crecientes decisiones a lo largo del camino. La liberación inicial sobre el mal indudablemente nos ha llevado a un nuevo nivel, pero todavía queda esa constante y desafiante marcha de la vida. 

Por lo tanto, necesitamos ir discerniendo todas nuestras decisiones y todos nuestros pasos en el futuro a través de buenos y malos tiempos, alegrías y tristezas, salud y enfermedad, todos los días de nuestra vida.   

Cuando ya creíamos que habíamos vencido el mal, nos queda todavía esta situación ambigua. La respuesta de Ignacio es ese “amor con discreción” que como hemos dicho es: amor integrando a la razón. Este no es el amor del loco apasionado que no piensa y que siempre se deja llevar por las emociones sin reparar en las consecuencias. Este es amor con sentido común, reflexionando y midiendo siempre las necesidades de los demás. El amor en servicio es un amor dinámico que llega al que lo necesita en el momento oportuno, y no cuando sólo “me hace sentir bien a mí”. Ese amor, engañosamente, se puede volver egoísta y ahí estamos atrapados otra vez por el mal aunque nos creemos que estamos haciendo el bien… 

Veamos en la próxima reflexión las reglas que nos dejó Ignacio de Loyola para aprender a discernir.