Desenmascarando al mal disfrazado de bien

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

A través de sus Ejercicios Espirituales, Ignacio de Loyola nos ha guiado a lo que él llama Vida en el Espíritu. El individuo se ha ido encontrando con Dios en sus tres personas o aspectos. Primero con Dios Padre, creador omnipotente que ha establecido un orden evolutivo en la creación y ha puesto al hombre y la mujer, a quienes ama, como sus colaboradores a completar esa creación. Ese encuentro lleva al conocimiento central de Dios Jesucristo que viene a enseñarnos cómo proceder en la vida. Cristo se define él mismo como camino, verdad y vida.  Sin embargo ese Cristo se va y nos deja aparentemente solos aunque nos promete a esa misteriosa tercera persona de Dios: el Espíritu Santo. Cristo nos dice que este Espíritu nos enseñará todo lo que él nos había dicho.  

Jesús nos deja en manos del Espíritu Santo como dinámica inspiración en el tiempo. Ignacio nos ha guiado a reconocer al Espíritu, sólo nos queda seguirlo personal y socialmente como comunidad: la Iglesia.  

Pero al seguir todavía sujetos a la ambigüedad de nuestra libertad, tenemos que vivir constantemente discerniendo las decisiones y pasos en nuestro marchar en la vida.    

El “maligno” ya no tentará abiertamente a los que se han comprometido a la misión del Reino, después de haber encontrado a Cristo personalmente y haber elegido su campo. Las tentaciones serán sutiles y hasta enmascaradas hasta bajo una aureola de bien.  

Ignacio de Loyola conoció muy bien la mundanidad de su tiempo, no muy distinta a la de nuestros tiempos. Durante sus Ejercicios Espirituales nos anima a estar atento a nuestros humores y sentimientos fluctuantes pues engañosamente nos pueden desviar del camino. Cuando nos sentimos desilusionados y derrotados, Ignacio nos advierte no tomar ninguna decisión. “En tiempos de desolación no hacer mudanza”. ¿Tiempos malos? ¡Esperen! nos dice Ignacio. Ya pasará, y después, sin presiones ni abatimientos, ya podremos ver con mayor claridad. Entonces podremos tomar una decisión más objetiva y reflexionada. 

Nos daremos cuenta si las mociones vienen de Dios si estas nos producen paz y  alegría. Cuando los pensamientos vienen del “maligno” no vienen con paz, y menos con alegría, aunque esas ideas vengan con grandes luces y resplandores. Podemos ser atacados por el mal y el egoísmo con ideas llamativas “sub angelo lucis” producto de nuestro egoísmo y aunque parezcan buenas, nos van a distraer del verdadero progreso. Ignacio hasta decía que lo “perfecto” era enemigo de lo “bueno”. Por hacer algo “verdaderamente perfecto”, dejamos de hacer algo bueno… El magis de que nos habla Ignacio como el ideal del verdadero apóstol significa que tenemos  que poner todo en nuestra misión, con el mayor esfuerzo y hacerlo todo lo mejor posible. La  vida en el espíritu  a que nos llevan los Ejercicios Espirituales es de un dinamismo práctico y constante que tiene que seguir progresando en nuestras vidas. 

En estos tiempos terribles de tanta crueldad y violencia por una parte y la superficial vanidad y placeres pasajeros por otra, esta espiritualidad profunda, liberadora, inteligente y lógica como la vivida por los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola nos trae una respuesta auténtica para cristiano de hoy.  

Después de haber analizado con honestidad los problemas reales de Latinoamérica en la reunión de Aparecida, Brasil, nos damos cuenta que no existen soluciones sociales o políticas a menos que el individuo se transforme. ¡Por ahí hay que empezar! Ignacio de Loyola nos ofrece la solución: un método para transformarnos con una verdadera espiritualidad para el Tercer Milenio.