La única fe universal

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Cuando Pablo se presentó en el teatro de Efeso y después en la acrópolis de Atenas, no predicó una nueva religión. Tampoco intentaba que todos se hicieran judíos, como era su religión, de la que él era un importante escriba. Pablo proclamaba un mensaje nuevo y universal de salvación para todas las naciones, todas las razas y todas las culturas.

 

El cristianismo, como Pablo mismo decía, era un escándalo para los judíos y absurdo para los gentiles, griegos o romanos. Se anunciaba la figura de un salvador que había sido ajusticiado por perdonar los pecados y proclamarse Dios. Se anunciaba un mensaje de salvación universal traído de una pequeña colonia del imperio Romano, de un pueblo religiosamente cerrado y terco. Todo esto parecería absurdo y descabellado, especialmente para los griegos con su profundísima filosofía y para los romanos con el imperio más poderoso y organizado que haya registrado la historia, y una vida ya decadente marcada por el hedonismo y los placeres.

 

Sin embargo, ese mensaje al parecer descabellado, fue calando poco a poco, sin imposiciones ni violencias, con persecuciones que le costaron la vida a tantos santos mártires. Era un mensaje de amor, de comprenderse y ayudarse unos a otros, de vivir en el mundo, pero con la mirada a una vida de felicidad eterna.

 

El Santo Padre Benedicto XVI nos refresca la memoria hoy sobre la historia de la salvación y el camino que usó Dios para revelar sus designios de salvación a través de las distintas culturas y civilizaciones. Con una visión histórica y universal, el Papa nos explica cómo a través de filósofos griegos como Platón y Aristóteles se vinieron a conocer los valores de la vida humana, la verdad y hasta la moral. El cristianismo vino a integrar todos esos valores humanos y les dio su verdadero sentido espiritual y divino.

 

A pesar de los abusos que se cometieron en la historia en nombre del cristianismo, flagrantemente en contra de la actitud que Cristo había enseñado, el mensaje de los evangelios siguió vivo. Gracias a los santos y profetas que han iluminado nuestra evolución histórica, el mensaje de Cristo vive y se proclama hoy en día con tanta frescura y dinamismo como en aquellos tiempos de Pablo y Pedro.

 

Hoy que vivimos en medio de tórridas guerras económicas, religiosas y hasta de razas, el cristianismo sigue proclamando el amor, la justicia y el perdón. Frente al mundo de hoy que nos animaliza con anti-culturas consumistas y materialistas, el cristianismo nos sigue enseñando que, sin dejar el mundo, tenemos que vivir con la mirada a una salvación y vida de eterna felicidad.

 

Hemos inventado muchas teorías y sistemas políticos y sociales que niegan a Dios. Sin embargo, uno a uno se van cayendo por su base. El Papa nos denuncia tanto al marxismo como al capitalismo. El marxismo prometió, una felicidad humana en este mundo que nunca se realizó y terminó en un rotundo fracaso. En los países que cayeron en el comunismo, no sólo se degradó al individuo sino que también se destruyeron las estructuras sociales con una desmoralización que costará muchos años restablecer.

 

El capitalismo de hoy, también deshumanizante, que no cree en valores ni principios, sigue destruyendo uno a uno a los países pobres y desarrollando a otros con derroches materialistas y destrucción de la naturaleza que claman al cielo. Promete la felicidad en las cosas y hace esclavos de todos.

 

Solamente nos viene una fe única y universal que nos renueva la conciencia y nos da esperanza en el futuro. Esta fe está por encima de la política y de nuestras instituciones humanas. Ese cristianismo tenemos que llevarlo con humildad y sin imposiciones al mundo entero, como los primeros cristianos. Nos toca ahora a nosotros anunciar esa única fe .