Música para una humanidad violenta

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Ya por algún tiempo se había encontrado que las vacas dan más leche cuando se les pone música clásica. No somos vacas, por supuesto, pero hay algo especial en la música que nos da a los humanos un especial sentido de profunda alegría y humanidad compartida.

 

Para celebrar su cumpleaños hace unos días, se le ofreció al Papa Benedicto XVI un concierto de música clásica. Al final del concierto el Santo Padre, con su natural afabilidad, dirigió unas sentidas palabras a la nutrida concurrencia. Allí estaban presentes desde patriarcas ortodoxos griegos hasta el presidente de Italia, conocido por su pasada militancia comunista. El Papa se refirió al don de la música que nos hace sentir unidos en armonía, comprensión y paz. La música eleva el espíritu, la música nos humaniza en lo profundo de nuestra condición de seres razonables y creativos.

 

En estos momentos de odios y violencias terribles. En un mundo que glorifica los instintos animales y siembra discordia entre amigos, familias, comunidades y naciones, quizás la música nos haga reflexionar y recapacitar ante esa anticultura de la muerte. El desgaste y auto destrucción del sistema consumista nos lleva a la extinción, no sólo de nuestros recursos naturales, sino también de nuestra humanidad entera. ¡Y todavía algunos siguen proclamando los logros de la globalización económica que cada vez crea más contrastes entre países ricos y pobres! ¿Qué logros nos pueden traer los armamentos y las bombas que nutren la economía de muchos países?

 

Las vacas no saben por qué la música las hace producir más leche. Nosotros, sin embargo, seres racionales, capaces de crear y hasta producir música con instrumentos finamente estudiados y elaborados, nosotros sí sabemos por qué la música nos hace más humanos y más espirituales. Y aunque tengamos instintos animales y nos dejemos arrastrar por ellos en odios, injusticias, violencias y venganzas, quizás la música nos haga despertar hacia el llamado divino de poder amar y amarnos unos a otros.

 

Llevamos 2000 años de esa doctrina clarísima del amor. El comprender,  aprender y poner en práctica ese mensaje nos está costando siglos de crecimiento. ¡Gran misterio el de un Dios que respeta la humanidad sin forzarnos! Sin embargo, como una brisa que susurra a nuestros oídos, o como una leve y dulce música que nos arrebata el corazón, Dios nos sigue hablando, inspirando, moviendo interiormente hacia un fin que será principio…

 

No nos explicamos cómo con tanto dolor y sufrimiento en el mundo de hoy no somos capaces de levantarnos del lodo, limpiarnos y empezar a caminar como seres humanos y no como vacas en cuatro patas. ¡Cuántas guerras más, cuántas masacres, hambres provocadas, refugiados desplazados, vicios destructivos, sociedades y políticas corruptas tendremos que sufrir! ¿Perder las esperanzas? Sólo una fe nos habla hoy en día de amor y de perdón, de armonía y solidaridad entre todos los seres humanos. Esta fe nos invita a ser responsables, es más, dada la situación crítica presente, nos obliga a participar en una revolución de amor que empezó pacíficamente hace dos mil años y que sigue enarbolando la paz.

 

Tenemos, todos que trabajar consciente y racionalmente, hasta el  sacrificio, concepto que nuestra animalidad rechaza.

                                                                                                  

La música de Dios nos une a él, Logos, verdad, principio y fin, amor y fuerza que nos guía a través del único camino a la felicidad.¡Qué música tan linda, que nos llama y nos lleva a la felicidad eterna!... a pesar del egoísmo que nos tupe los oídos del corazón y nos hace sordos a esa música Dios!