Una nueva etapa

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Indudablemente somos participantes de una nueva etapa en la historia. El Tercer Milenio ha empezado con cambios drásticos ni soñados veinte años atrás. Muchos reaccionan espantados como si se anunciara el fin del mundo. Otros, más analíticos tratan de entender el proceso a la luz de la historia con sus movimientos de constante evolución.

 

La polarización de las tendencias nos preocupa. La naturaleza humana siempre ha estado marcada por el egoísmo que nos anquilosa, nos separa a unos de otros, y nos hace intolerantes ante las opiniones de los demás. El egoísmo siempre nos ha llevado a la división hasta el punto de la violencia y las guerras. Mirando el mundo de hoy, desconsolados, nos parece que no hemos aprendido nada. Seguimos aferrándonos a los extremos, incapaces de marchar armónicamente con la colaboración de los distintos pensamientos, estilos y la positiva integración de las culturas. Hasta en la Iglesia, hoy en día, tenemos tendencias intolerantes unas con otras.

 

Sin embargo, parece que ha empezado una nueva etapa, tanto en los distintos países de nuestros continentes, como en el pensamiento de una nueva solución a los ingentes problemas del mundo de hoy. Nos hemos dado cuenta que no podemos continuar así polarizados. Se ha hablado de “diálogo” ya por muchos años, pero el diálogo nunca se ha logrado pues las tendencias aparentemente opuestas no quieren escuchar ni hacer el esfuerzo de aceptarse ni integrarse.

 

Hoy el diálogo se vuelve una condición para encontrar soluciones de futuro. Y el Papa Benedicto XVI, con una intuición extraordinaria y una humildad digna de un seguidor de la doctrina de Cristo, nos llega a todos al corazón y a todo lo que los seres humanos podamos tener de bueno. Benedicto nos invita a pensar y a reflexionar. Ni en lo más mínimo nos impone doctrinas obligatorias y obediencia ciega a la autoridad como muchas veces en la historia la Iglesia Católica ha abusado malinterpretando su papel de guía. Nuestro Papa del Tercer Milenio nos está haciendo encontrar a Jesucristo de los evangelios y no un Jesucristo deformado por lo que algunos estrechamente llaman “tradición.” Decimos estrechamente, porque la verdadera tradición cristiana a sido un proceso histórico y dinámico, que ha incluido siempre la participación de todos en la Iglesia, claramente definida desde el arameo como “comunidad” cristiana.

 

Desde los primeros albores del cristianismo en Roma, a través de los mártires, de los santos padres teólogos y estudiosos del evangelio, de los filósofos y sabios griegos y de otras culturas, la tradición cristiana se fue formando. Siempre evolucionando, para integrar los movimientos sociales, políticos y hasta económicos, la tradición fue llevando la actitud enseñada por Cristo como respuesta de salvación universal. Y en esa evolución participaron los santos, que como profetas del Nuevo Testamento, salpicaron la historia cuando muchas veces la misma autoridad de la Iglesia se había apartado del evangelio y de Cristo.

 

La tradición se fue entretejiendo entre sangre, sudor y lágrimas a través de la historia y se sigue entretejiendo. Por eso no comprendemos como algunos esgrimen el concepto “tradición” para aferrarse a costumbres y adaptaciones ya obsoletas de determinados tiempos históricos olvidando la actitud de Cristo en los evangelios, lo único que permanece  y se abre a los cambios que se producen en la historia.

 

Por eso acogemos con alegría la nueva etapa inaugurada por nuestro Papa Benedicto XVI de hacernos reflexionar sobre el evangelio y recuperarnos tanto individualmente como socialmente, en Cristo hijo de Dios Padre, Espíritu Santo vivo que sigue inspirando a la Iglesia, la comunidad universal. Escuchemos a la Iglesia, abiertos de mente y de corazón para salvar al mundo del intolerante egoísmo.