Redefiniendo el concepto de tradición

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Frecuentemente se usa el concepto de tradición a algo inmovible que no se puede cambiar. Sin embargo la tradición cristiana ha siempre sido tremendamente dinámica y “evolucionante.” Muchos se aferran a costumbres y aplicaciones de nuestra fe a determinados momentos de la historia y tratan de imponerlos como si fueran estas mismas verdades de fe. En este Tercer Milenio con la problemática mundial que nos horroriza no podemos arrastrar el lastre de aplicaciones obsoletas al tiempo presente.

 

El miedo es parte de la naturaleza humana y todos lo sentimos. Pero el miedo hay que afrontarlo y vencerlo, más cuando nuestra fe en Dios va por encima de nuestras pasiones humanas. El miedo nos hace cometer muchos crímenes en la historia al querer imponer nuestra fe o falta de fe . Los cristianos lo hemos hecho en contra de nuestra misma fe. El miedo es falta de fe.

 

Por eso el Papa Benedicto XVI nos alivia y nos invita a tener fe unida a la razón, al sentido común. Enseñándonos a reflexionar, el Papa nos ayuda a revisar esa fe a la luz de la razón. Y es necesario empezar por irnos a las raíces de nuestra fe.

 

No vamos a remontarnos a verdades ni dogmas teológicos del Antiguo o del Nuevo Testamento. Vamos simplemente a reflexionar en lo que nos interesa para nuestra vida práctica. En primera, Cristo, hijo de Dios, al venir al mundo nos enseñó por activa y por pasiva una actitud para la vida, que más que religiosa, es profundamente humana y valida para todas las culturas en todos los tiempos. Los evangelios hablan abiertamente o entre líneas, por medio de parábolas o claramente con enseñanzas, de esta actitud que al final nos llevará a la felicidad. En una ocasión específica, en el sermón de la montaña, Cristo proclamó y sintetizó toda su predicación. En vez de darnos preceptos y nuevas leyes, resumió su mandamiento del amor en los premios a una actitud de vida digna de aquellos que practicaran ese amor de que él hablaba. Las Bienaventuranzas vienen como premios a una vida de trabajos, sufrimientos, búsqueda de la justicia y la paz. Cristo no nos habla de prácticas religiosas, sino de actitudes profundamente humanas y universales.

 

La segunda instancia de las raíces de nuestra fe cristiana es el cómo seremos juzgados al final. Y esto sí que nos tiene que interesar. Cristo no nos está hablando ya con una parábola, sino claramente nos dice qué es lo importante para la vida. Lo resume todo en la actitud que tuvimos para con los demás. Y se pone él mismo en lugar del sufrido, el hambriento, el necesitado, el olvidado… Porque me viste, o no me viste, en aquellos… y me ayudaste o no me ayudaste… ¡Por ahí se nos va a juzgar!

 

Estas dos columnas de nuestra fe que son las Bienaventuranzas y el Juicio final nos tienen que dar el sentido común, la razón, para aplicar la fe en cada momento de la historia y seguir la verdadera tradición cristiana. Estas son las verdaderas guías de nuestra tradición cristiana y no a las reglas fijas que el miedo y la estrechez de mente nos quieren imponer.

 

Si seguimos los evangelios no nos podemos equivocar. Si tratamos día a día de creer en Jesucristo y conocerlo íntima y personalmente, nunca nos equivocaremos. Pero es más fácil agarrarnos a reglas y una mal llamada fe que no piensa ni reflexiona, una fe sin racionalidad ni sentido común.

 

El Santo Padre Benedicto XVI no sólo está tratando de redefinir nuestra fe y nuestra tradición cristiana a nosotros los católicos, sino que está pidiendo al mundo entero de todas las culturas y religiones que recapacitemos y vivamos las enseñanzas de Cristo que no eran para un grupito sino para toda la humanidad. Hoy esta fe nos hace falta más que nunca.