Educándonos en el cristianismo

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Hemos dado por sentado que todos los cristianos de Latinoamérica somos en verdad cristianos. Nos llamamos el continente católico y en realidad muchos no sólo NO viven el cristianismo en la práctica sino que ni siquiera lo conocen en teoría. La intelectualidad en nuestros países no ha resuelto los problemas causados por el abuso de autoridad de la Iglesia en siglos anteriores, ni parece que se preocupe por ponerse al día en los cambios positivos que se han experimentado en la Iglesia en los últimos años. Las masas populares se dejan llevar por devociones superficiales y prácticas espirituales, que aunque les ayudan, carecen tanto de fundamentos teológicos como  de aplicación práctica de las enseñanzas de Cristo en los evangelios. Por otro lado está la invasión de sectas fundamentalistas, sufragadas con dinero extranjero, que se dicen evangélicas, pero que ni siquiera hablan de las enseñanzas sociales de Jesucristo, punto fundamental de su mensaje.

 

No vamos a echarnos la culpa unos a otros porque esto no resolvería nada. Esa actitud de crítica sería negativa hasta estaría en contra de las verdaderas enseñanzas del evangelio.

 

Lo importante es comprender que tenemos que educarnos en el cristianismo, y educar a los demás. Es la ignorancia la que nos hace caer en error.

 

Tenemos que volver a poner a Cristo al centro de nuestra fe. Renovar nuestra fe en aquél por quien se vino a conocer en el mundo entero la revelación del Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios con nosotros. Así podremos llevar finalmente el mensaje universal de salvación para todas las gentes como Cristo nos encargó en misión.

 

Nuestro Santo Padre el Papa Benedicto XVI, al tanto de los problemas del mundo de hoy, nos sigue invitando a todos los cristianos a ejercer nuestra responsabilidad activamente. Nuestra fe tiene realmente respuestas a los problemas actuales de des-humanización personal, de injusticias sociales, de odios, guerras y corrupciones políticas. Benedicto se va por encima de estos problemas particulares que al fin y al cabo son sólo consecuencias de una falta de profundidad en la fe y en el razonamiento humano. La invitación del Papa no es la de ponernos todos a estudiar teología, aunque los teólogos sí siguen teniendo esa responsabilidad de iluminar a nuestros pensadores e intelectuales. Benedicto nos invita a conocer los evangelios que nos traen más viva que nunca las enseñanzas de Cristo y la actitud práctica que tenemos que vivir.

 

Ya hemos hecho notar la síntesis de las enseñanzas de Jesús contenidas magistralmente en la Bienaventuranzas del Sermón de la Montaña. Muchos concuerdan que estas configuran el nuevo decálogo para el cristiano, ya liberado por Cristo, para trabajar en su reino de Paz Justicia y de amor que tenemos todos que establecer en este caótico mundo que quiere relativizar todo.

 

Por otra parte, tenemos el pasaje del evangelista Mateo con el Juicio Final en que Cristo mismo nos declara cómo seremos todos juzgados. En la actitud de amor en servicio en los demás, en los que tenemos que ver, en cada uno, a Cristo. Ahí estará el secreto de nuestra salvación. 

 

Si reflexionamos, razonamos y entendemos estas verdades de nuestra fe, ya nos estamos educando. Nos sentiremos además llenos de ardor para llevar este mensaje a los demás, no como una obligación, sino como un privilegio a compartir la misión de los primeros discípulos del cristianismo. ¡Aceptemos con alegría este reto para el Tercer Milenio!