Perdónanos como nosotros perdonamos…

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Si al pedirle pan al Padre ha estado implícito el amor a Dios junto con el amor a los demás, en la petición siguiente del Padrenuestro esa relación viene todavía más clara: ¡Perdónanos nuestras ofensas a ti, Señor, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden!

El pueblo judío nos había donado la increíble ley que cambió la historia. El primer mandamiento traído por Moisés a su pueblo resumía toda una nueva visión en la relación de los seres humanos con Dios. Ya no eran dioses implacables y arbitrarios como los dioses griegos que castigaban injustamente a Prometeo y a Edipo. Tampoco aquel gran dios Mardouk de los Babilonios que era impotente ante los 600 dioses malos envidiosos del héroe Gilgamesh. El Dios de Israel era bueno y protector de los seres humanos y sólo les pedía algo insólito: que lo amaran y que se amaran unos a otros. Ese era el primer mandamiento de su ley que liberaba al individuo de su propio egoísmo.

Cristo, sabiendo lo importante que es el perdón para poder comprender el verdadero amor a Dios, nos invita a perdonar en el Padrenuestro. Pero, ¿de qué manera? ¿Perdónanos como nosotros perdonamos a los demás? Jesús sabe cuánto nos cuesta perdonar y nos pone esa medida cualitativa y cuantitativa, casi como una condición. ¡Tremendo encargo! ¡Pedirle a Dios que nos perdone como nosotros perdonamos a los que nos ofenden! Ahí tendremos una faena por toda la vida en la que tendremos que pedir de corazón en el Padrenuestro cada día que podamos perdonar a los demás.

El mundo de hoy, lleno de incomprensiones e intolerancias en que la venganza parece ser orden del día, el perdón suena como algo de otro mundo. Racionalizamos la venganza con la excusa de que es de justicia. Y de verdad lo es, desde el punto de vista humano. La ley del talión: ojo por ojo y diente por diente, no era injusta. Era una manera de hacer respetar los derechos y deberes en una sociedad. Además, era un ojo por un ojo, y no un ojo por la cabeza… Era una ley dada a un pueblo indisciplinado y de dura cerviz. Moisés tenía que educar a su pueblo a través del desierto para poder constituir una nación organizada con una misión para toda la humanidad..

Sin embargo, claramente entendemos que Jesús nos habla en otro nivel, la nueva dimensión del amor. Ahí está desafiando todas las expectativas humanas a un orden superior. ¿Estaba este orden fuera de nuestros límites y fuerzas? Tal parece que el perdón es imposible de poner en práctica con nuestras propias fuerzas. El perdón viene como algo anti-natural y, ¡realmente lo es! Lo natural es lo animal de defenderse y atacar todo lo que nos ataca: la ley de la jungla.

El amor nos lleva a alturas trascendentales más allá de nuestra naturaleza humana. Pero, ¿no es ese el mensaje que nos vino a traer Cristo personalmente? ¿Su mensaje no fue un escándalo para su propio pueblo judío y un absurdo para los paganos? ¿Ese mensaje no sigue siendo también un escándalo hoy para las sociedades donde el único dios es la economía y el dinero? Cuando tantas llamadas religiones y el ateísmo teórico o práctico proclaman el odio y la violencia, el cristianismo parece quedarse solo invitándonos al amor y al perdón.

Cristo tenía mucha razón dejándonos la oración del Padrenuestro para que cada día podamos desanimalizarnos un poco más. Así entenderemos la liberación y salvación a la que hemos sido llamados amándonos unos a otros. Así entenderemos la paz que tanto nos hace falta en este violento mundo… ¡Perdónanos, Señor, nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden!