¡…y hemos visto su gloria!

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

No es fácil ver la gloria de Dios en medio del horror, la droga, la delincuencia y la zozobra de nuestra vida diaria. La corrupción de los sistemas sociales, económicos y políticos que seguimos creando, nos hacen ver solamente hambre y desolación tanto física y espiritual. Sin embargo, seguimos “celebrando” las Navidades aunque quizás muy lejos del supuesto espíritu de amor y paz.

Si el consumismo, anunciado con falsa alegría, en las vidrieras navideñas y los problemas nos dejaran ver, podríamos cantar otra vez “gloria a Dios en las Alturas”. Sin embargo muchos andan con la cabeza baja sin ver ninguna señal de alegría en los Cielos ni en la tierra.

“Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que ama el Señor” Pero, ¿acaso el Señor no nos ama a todos?... Sí, que nos ama, pero nos ama para que nos amemos unos a otros. Cuando no lo hacemos, cerramos nuestros oídos y nuestros ojos al amor de Dios y no podemos apreciar, ni siquiera reconocer la gloria de Dios. ¡Cuántos sordos y ciegos de corazón hay en este mundo!

El Evangelio de Juan ha empezado con aquel: “en el principio la Palabra de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria”. En cada Navidad la Iglesia , comunidad de creyentes en Cristo, nos recuerda el misterio de la Encarnación de Dios en la humanidad. Aunque los sistemas comunistas la hayan querido erradicar, y el capitalismo reinante quiera distraer la atención con disfraces consumistas, la Navidad sigue llegando a nosotros en el mundo entero.

Dicen los psicólogos que para muchos las Navidades son tiempo de tristeza y depresión. ¡Claro que tiene que ser tiempo de depresión cuando se vive en soledad, ya sea causada por uno mismo o por los demás en los sistemas sociales que hemos inventado! Si expulsamos a Dios de nuestro corazón y de nuestra sociedad, nos quedamos vacíos y solos. Ninguna droga, placer sexual, dinero, ni éxito humano, nos llenará ese vacío. Sólo el amor nos puede dar sentido a la vida y la verdadera alegría.

Aprendemos a amar inicialmente por la dedicación de nuestras madres que en unión y esfuerzo con nuestros padres constituyen la familia. Aunque muchos hoy no cuentan con una familia, Dios se arregla siempre en mandarnos ángeles y verdaderas familias en los demás. Por desgracia, volvemos a insistir, muchos cierran sus ojos y oídos a estas manifestaciones del amor de Dios, y caen en el vacío.

Esa gloria de Dios seguirá manifestándose por activa o por pasiva en nuestras vidas y siempre tendremos la oportunidad de despertar, levantar la cabeza y mirar hacia esos cielos y esos ángeles que constantemente cantan a nuestro alrededor el amor de Dios: lo único que nos puede salvar. ¡Dios siempre nos da otra oportunidad! Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento hemos seguido la historia de Dios volviendo a dar nuevas oportunidades. En el Evangelio de Lucas leemos entre líneas, en las parábolas de Jesucristo, como Dios se alegra y festeja al encontrar el hijo malo que regresa, la moneda perdida, la oveja extraviada. Dios viene por los pecadores, ¡es el Dios que ama lo perdido!

¡Que esta Navidad sea la nueva oportunidad para tantos de encontrar a Dios y a los demás! ¡Que podamos encontrar más profundamente a ese Dios del amor en nuestros corazones! ¡Que encontremos a Dios en su llamado a ser justos con los demás, amar de verdad, con hechos, a tantos otros que no pueden ver esa gloria de Dios.

¡Gloria a Dios en los Cielos, y Paz en la tierra a todos, porque nos ama el Señor!