Emmanuel, Dios con nosotros, hoy

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Termina un año y comienza otro en este Tercer Milenio. Muchos jóvenes, bombardeados por la propaganda consumista que explota todos lo que se pueda vender, caen en la falta de visión de futuro. Aquel “carpe diem” de la filosofía del Renacimiento en el 1500, parece ser adoptado hoy como forma de vida. “Aprovecha la vida en el presente, cada día”. Sin embargo, hoy la juventud parece agregarle la “coletilla”: …como si no existiera un mañana…

El “hombre renacentista” era un modelo de integración entre la ciencia, el arte y la espiritualidad: la completa persona. El cristianismo, revitalizado por un San Francisco de Asís, proclamaba al ser humano “Rey de la Creación ”, designado por Dios para transformar la maravillosa naturaleza. Acabado de salir del oscurantismo de la Edad Media , el Renacimiento volvía a restablecer la posición de los seres humanos en búsqueda de la felicidad. Basado en las actitudes enseñadas por Cristo en los evangelios, el “hombre renacentista” se pronunciaba con una actitud de libertad con respeto y unión con los demás. Se reaccionaba en contra la hipocresía del fariseísmo y el despotismo del poder. Grandes renacentistas cambiaron aquel mundo: Leonardo, Miguel Angel y tantos arquitectos, poetas, escultores, científicos y santos. Ellos redescubrieron la amplitud del mundo y del universo. Fueron los profetas de nuestro mundo moderno.

Hoy, masificados por el industrialismo, se nos ha rebajado a ser máquinas productoras, o peor, a ser sólo un número más. Tanto el Comunismo como el Capitalismo, nos degradan y aplastan. Nos hacen retroceder al oscurantismo de la Edad Media. Muchos viven día a día en una aburrida rutina falta de creatividad. La vida pasa por delante de ellos, o por detrás, sin dejar huellas. Muchos se pueden comparar a las vacas en su lento pastar y rumiar de cada día. ¡Qué desperdicio de vida humana!

¡Y la juventud se rebela! Como es natural, los jóvenes no quieren imitar ni seguir la deshumanización que sufren de anteriores generaciones. Pero quizás no se percatan que el Renacimiento no se obtiene rompiendo con el pasado y sin una visión de futuro. Por otra parte, la descomposición presente es maléficamente perpetuada por esos medios de comunicación. Estos curiosamente están en manos de los mismos poderes que se benefician de ese materialismo deshumanizante. Se promueve el “pan y circo” usado ya por el decadente Imperio Romano para calmar a las masas. De ahí viene esa tendenciosa interpretación del “carpe diem” que se nos vende hoy basado únicamente en la “economía próspera” y en el “entretenimiento”: ¡compra y diviértete! Hasta los deportes y los entretenimientos son manipulados para no dejarnos pensar… Al fin de todo, quedamos todos masificados y sin espíritu. Caemos en el vacío…

Y volvemos a recordar aquel Renacimiento en que el ser humano pudo integrar lo material con lo espiritual. ¿Nos servirá hoy aquella fe de un Ignacio de Loyola, y Teresa de Avila? Esa fe que proclamaba a Dios con nosotros y nos daba participación en los designios de Dios, tiene valor universal para todos los tiempos.

Es hora de volver a investigar y profundizar el sentido de la vida. Cuestionemos esas soluciones vacías que nos ofrece malintencionadamente el mundo de hoy. Vuelve a hacer falta una fe en algo mayor que nosotros mismos. No tiene ya sentido un “carpe diem” de vacas sin creatividad ni trascendencia. Conviene revisar el pasado, que a pesar de errores humanos, nos comunicó esa fe prometedora de la felicidad verdadera y eterna. Esta fe considera al presente como medio para crecer en conciencia personalmente y también como grupo en sociedad. Ese presente que vive hacia el futuro, está basado claramente en ese misterio: “Emmanuel, Dios con Nosotros”.