¿Somos todos, de verdad, Iglesia?

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Si preguntamos a los católicos lo que entienden por Iglesia, nos sorprenderían las respuestas. Para algunos Iglesia significa un edificio con torres altas y vidrieras de colores. Otros creen que la Iglesia es la jerarquía que ven en las grandes ceremonias de la plaza de San Pedro en Roma con hombres vestidos de rojo y de púrpura. Muchos se refieren a Iglesia como sólo a los sacerdotes y religiosos o religiosas. Algunos, más versados en materias religiosas y conocedores de lo que han expresado los Papas en los últimos tiempos, entienden que todos somos Iglesia.     
 
Desde el Papa Juan XXIII, sobre todo, se insiste en que la Iglesia somos todos los creyentes. Los miembros de la jerarquía son pastores y guías en ese gran cuerpo de discípulos.
 
El Papa Benedicto XVI en su discurso de apertura a la reunión del CELAM en Brasil, nos ratificó que todos los católicos somos discípulos y misioneros. A muchos les sorprendió este “nuevo” nombramiento, aunque éste viene ya desde hace 2000 años cuando Cristo se  despidió de sus apóstoles en el Monte de los Olivos. Pero es bueno que se nos vuelva a recordar lo que somos en un mundo dominado por las tinieblas del egoísmo y la violencia. 
 
El Santo Padre Benedicto recientemente nos ha dejado una preciosa aclaración de lo que es Iglesia, y de su propio papel de Pastor universal.
Usando la traducción correcta del arameo conque Jesús se refiere a la Iglesia , Benedicto XVI nos dice que “ la Iglesia es una comunidad”. Y prosigue explicando las inusuales características de la Iglesia : “Esta comunidad está atenta escuchando y anunciando la Palabra de Dios. La Iglesia no vive de ella misma sino del Evangelio y del Evangelio siempre y renovadamente trae orientación para seguir su camino”. ¡Ahí está siempre la actitud de vida que Cristo vino a enseñarnos!
 
El Papa, refiriéndose a sí mismo en su función de pastor, nos dice: “Sólo el que se pone ante todo en escucha de la Palabra puede convertirse  en anunciador. De hecho, este no debe enseñar su propia sabiduría, sino la sabiduría de Dios, que a menudo puede aparecer como estupidez a los ojos del mundo.” Ahí Benedicto XVI, cabeza de la Iglesia , no solamente nos explica humildemente su propia labor como anunciador y comunicador del mensaje de salvación para todo el mundo, sino además nos da la pauta a todos los cristianos de cómo ser “discípulos y misioneros”. Los cargos jerárquicos en la Iglesia , en esa comunidad de creyentes en Cristo, no son puestos de orgullo y honor, sino de servicio para todo el pueblo de Dios que necesita guía y orientación para seguir descubriendo el camino, paso a paso, en medio de peligros y desviaciones. ¡Tremenda responsabilidad la de esos guías y pastores!
 
Somos todos, de verdad, Iglesia, comunidad creciente, proclamada por los discípulos de Jesucristo a través de de las distintas épocas de la historia.
 
Hoy, en un mundo más pluralista que nunca, necesitamos ser responsables en nuestro papel de discípulos de Cristo. Gracias a los medios de comunicación, conocemos al instante las penas y tribulaciones del crecimiento global. Esa triste realidad de las necesidades tanto materiales como espirituales del mundo de hoy, nos obliga a poner en práctica nuestra fe. Tenemos que denunciar la deshumanización anunciando a la vez con alegría, la salvación y liberación de Cristo.
 
Mientras más pluralidad, necesitamos más comprensión y tolerancia, pero con una firme claridad en aquel mensaje que Cristo nos dejó en su Evangelio. No tenemos tiempo que perder, ni nada que perder. Además, ¡Él está con nosotros hasta el fin de los tiempos!