Fe en lo que no vemos

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

La fe está íntimamente relacionada con la esperanza. Es la “sustancia” de esa realidad que se espera aunque no la veamos. Misteriosamente tenemos dentro la certeza de una vida verdadera, completa, en justicia y paz. Crecemos con ese deseo que aunque no podamos lograrlo en esta vida, nos ayuda a vivir cada día. Después de una mala experiencia volvemos a levantarnos y seguir buscando esa añorada felicidad.

Nos dice el Santo Padre Benedicto: “La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada…Esta atrae el futuro dentro del presente… El hecho de que este futuro exista cambia el presente.”

Para aquellos faltos de fe, la actitud de tantos santos cristianos en la historia es incomprensible y absurda. Ya Flavio Josephus, historiador del tiempo romano, se sorprendía de aquellos mártires cantando de alegría ante los leones que venían a despedazarlos. Cuenta él que muchos que iban a divertirse con el sangriento espectáculo, se tiraban también a la arena. Nos dice el Papa que esta fe con esperanza, “también se ha manifestado sobre todo en las grandes renuncias, desde los monjes de la antigüedad hasta Francisco de Asís, y a las personas de nuestro tiempo que dejan todo por amor a Cristo para llevar a los demás la fe y el amor a Cristo, ayudando a los que sufren tanto de cuerpo como de alma;…. de la esperanza de estas personas tocadas por Cristo ha brotado la esperanza para otros que vivían en la oscuridad y sin esperanza”. Recordamos con cariño a nuestra madre Teresa de Calcuta que vivió ese amor a Cristo.

Y ahí está la verdadera sustancia de la esperanza vivida en la fe cristiana: Cristo vivo y activo en el corazón de sus seguidores. Cristo nos dejó el inconmensurable testamento de su Evangelio, con una actitud de vida que él mismo nos enseñó. Estas figuras de la historia nos prueban “que las realidades futuras, la promesa de Cristo, no es solamente una realidad esperada sino una verdadera presencia”. Cristo es realmente el pastor y el verdadero filósofo que nos indica qué es y dónde está la vida. “En el Nuevo Testamento, esta espera de Dios, este estar de parte de Dios, asume un nuevo significado: Dios se ha manifestado en Cristo”.

Volvemos a repetir lo atinado de esta nueva encíclica de Benedicto XVI que nos define agudamente las verdades de nuestra fe. Con gran humildad se dirige a nosotros, no para imponer sino para hacernos pensar, reflexionar, razonar para poder vivir en el mundo de hoy. El Papa no nos ofrece razones tenues y tibias, sino algo tan profundo y dinámico que tiene que llenarnos de fuego y pasión a trabajar en este mundo tan violento como apático. Los problemas del mundo de hoy tienen que ser solucionados con una fe en Cristo que es luz que disipa las tinieblas.

¿Acaso no nos preguntamos cómo la figura de Cristo sigue teniendo sentido después de 2000 años? Cuando tantos venerables filósofos caen al olvido ante los embates del tiempo, la figura de Cristo sigue vigente y sus enseñanzas tan válidas como siempre. Las religiones caen obsoletas a través de la historia por no poder ajustarse a los logros de la libertad humana y el desarrollo personal, social y político de nuestras civilizaciones. Aunque también muchos que se dicen católicos caen en actitudes que niegan flagrantemente las enseñanzas del Evangelio, el mensaje de Cristo nos llega más claro que nunca con respuestas para vivir hoy en activa esperanza.

Esa fe y esperanza se viven en el amor en servicio a los demás. Por ahí se nos va a juzgar, porque era a Él a quien estábamos ayudando y sirviendo en aquel pobre y sufriente… Y se nos premiará con la felicidad eterna.