¿Esperanza en una utopía?

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Ya estamos convencidos de que poner las esperanzas en algo fácilmente obtenible nos deja a la larga vacíos y desilusionados. Nos dice el Papa en su segunda encíclica, “Cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar.   ¿Es esto una contradicción con la realidad de la vida? ¿Estamos buscando acaso una utopía, algo imposible que nos dejará frustrados por toda la vida?
 
Los seres humanos han buscado, han ofrecido teorías de vida y aparentes soluciones a este profundísimo teorema, pero todo ha sido en vano. “La época moderna ha desarrollado la esperanza de la instauración de un mundo perfecto que parecía poder lograrse gracias a los conocimientos de la ciencia y de una política fundada científicamente. Así, la esperanza bíblica del reino de Dios ha sido reemplazada por la esperanza del reino del hombre, por la esperanza de un mundo mejor que sería el verdadero ‘reino de Dios’… Pero a lo largo del tiempo se vio claramente que esta esperanza se va alejando cada vez más.
 
El error de estas teorías estaba en que no se tomaba en cuenta la esperanza personal del individuo: “mi esperanza”. ¿De qué me vale a mí luchar por la felicidad de un mundo futuro que no me incluya a mí? Por otra parte, una felicidad personal que ignora egoístamente a los demás, no tiene sentido en un ser social normal que necesita de los demás tanto física como psicológicamente. La esperanza debe de ser para todos incluyéndome a mí personalmente, y también “mis pequeñas esperanzas”.
 
Nos declara Benedicto XVI con firmeza: “Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. Más todavía está el hecho de que esta esperanza es un don de Dios. El mismo nos regala esa felicidad, por nuestros propios medios, inalcanzable. “Dios es el fundamento de la esperanza, pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega…
 
El reino de Dios ya está en este mundo donde su amor nos llega realmente vibrante para ayudarnos a amar a los demás. Más todavía, sin imponernos ni violar nuestra libertad, ese Dios nos invita a colaborar con él. Y mientras, en esperanza, estamos activamente buscando nuestra propia felicidad, nos encontramos también colaborando, trabajando, por lograr un mundo mejor, no utópico, sino una realidad que lo incluye todo.
 
En este violento mundo de hoy donde cada vez más parece que se nos impone una deshumanización destructiva, sólo este reino de Dios puede devolvernos la esperanza. En contra del odio, el egoísmo, y el desmembramiento de la humanidad, sólo la aparentemente insólita doctrina del amor, y amor en servicio a los demás, nos puede salvar.
 
¡Reaccionemos en contra del cinismo que nos circunda y ahoga! Reflexionemos con la única doctrina que nos puede dar esperanza. Llevemos a nuestra alma las palabras de esperanza de un Papa que ha vivido muchos cambios y que con su profunda sabiduría quiere hacernos pensar. Y pongamos en práctica las enseñanzas del Evangelio en donde se basa nuestra fe y se fundamenta nuestra esperanza.