Encontrar esperanza en la vida diaria.

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Primero nuestro Santo Padre nos daba la oración como medio principal para ejercitarnos y encontrar la esperanza. Como segundo medio nos da ahora al final de su encíclica “Spe Salvi”, la vida misma. Esa vida misma, con sus trabajos y esfuerzos, y sobre todo con el sufrimiento diario a través de las pruebas, nos da un medio idóneo para encontrar la esperanza.
 
Toda conducta humana seria y honesta es esperanza en acción. Lo es al llevar adelante nuestras esperanzas, más grandes o más pequeñas, completar cualquier tarea importante para el porvenir de nuestra vida: “colaborar con nuestro esfuerzo para que el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano, y se abran así las puertas hacia el futuro… iluminado por la luz de aquella esperanza más grande que no puede ser destruida siquiera por frustraciones  en lo pequeño ni por el fracaso en los acontecimientos de importancia histórica.” Nuestro Papa nos define claramente la esperanza cristiana. Esa esperanza está basada en el poder indestructible del Amor donde todo tiene sentido e importancia. “Sólo una esperanza así puede dar todavía ánimo para actuar y continuar.
 
Por supuesto, esta vida de constante esfuerzo trae consigo el sufrimiento que también forma parte de la existencia humana. “Conviene ciertamente hacer todo lo posible para disminuir el sufrimiento; impedir cuanto se pueda el sufrimiento de los inocentes y también las dolencias psíquicas, pero extirparlo del mundo por completo no está en nuestras manos… ninguno de nosotros es capaz de eliminar el poder del mal … Esto sólo  podría hacerlo Dios: y sólo un Dios que haciéndose hombre , entrase personalmente en la historia y sufriese en ella.
 
El mundo moderno, especialmente, ha querido ignorar, reprimir y hasta negar el sufrimiento con toda clase de drogas, entretenimientos, y denigrando la inteligencia humana con sistemas consumistas. Esto sólo ha causado un vacío en que quizás no se sienta el dolor. Sin embargo, se vive en una oscura sensación de falta de sentido donde la soledad es mucho mayor aún. Nos recomienda el Papa: “Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito.
 
Nuestra vida diaria en acción y esfuerzo está llena de oportunidades donde poder encontrar un sentido positivo al sufrimiento. No, no somos masoquistas y menos sadistas que encuentran placer en el dolor infligido a ellos mismos y a los demás. El ser cristiano, profundamente humano, sufre con el otro, por los otros; sufrir por amor de la verdad y de la justicia; “sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de la humanidad.
 
El dramaturgo Eugene Ionesco en su obra teatral “Rinocerontes” nos describía una ciudad donde todos se iban convirtiendo, sin darse cuenta, en rinocerontes. ¡Tremenda alegoría con el mundo presente! ¡Nos estamos convirtiendo en rinocerontes, violentos, tercos e insensibles rinocerontes! 
Vivimos en un mundo egoísta en que el ideal parece ser vivir cubriéndose de corazas para no sentir el dolor y sufrimiento de los demás. Por consecuencia rechazamos con métodos infantiles los propios sufrimientos. Gracias a nuestros sufrimientos aprendemos a confiar en Dios y, al sentirnos solidarios, confiar en los demás.
 
La violencia, el crimen, la guerra, el terrorismo siguen escalando alarmantemente. Los rinocerontes son unos de los pocos animales que siempre atacan, con razón y sin razón… Pero Dios no nos creó para ser rinocerontes, sino seres humanos libres y con un futuro trascendente hacia la felicidad eterna.