La hora de la justicia.

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Todos tenemos muy dentro el deseo de que se haga justicia. Nuestro Papa Benedicto XVI  nos define este deseo innato como el tercer medio para ejercitarnos en encontrar la esperanza. Los dos primeros han sido: la oración tanto interior y privada como pública y comunitaria. Nuestra vida diaria de esfuerzos constantes y hasta sufrimientos, ha sido el segundo medio. La injusticia del mundo que nos hace clamar al cielo y vivir en esperanza constituye este tercer medio.
 
¡Cuántas veces somos tentados a tomar la justicia por nuestras propias manos pues en esta vida parece no haber justicia!
 
El Santo Padre nos recuerda cómo en la Edad Media se hacía tanto énfasis en el Juicio Final. Los frescos de las antiguas catedrales mostraban escenas espeluznantes del infierno con demonios comiéndose vivos a los pecadores. En el contexto de la época, acabados de salir de las invasiones bárbaras, parecía que la evangelización se tenía que hacer infligiendo miedo. Europa fue arrasada y destruida junto con su cultura ininterrumpida desde la antigüedad. El cristianismo con su doctrina del amor se pudo conservar gracias a los monasterios y el monaquismo. Después de la destrucción, había que convertir a los invasores recordándoles la fragilidad de la vida con el Juicio Final. Los bárbaros se convirtieron al cristianismo con largas y quizás exageradas penitencias, pero se convirtieron…
 
Hoy parecería absurdo emplear esos métodos aunque la presente realidad no esté muy lejana al comportamiento de los bárbaros. Sin embargo, nuestro Santo Padre Benedicto XVI nos insiste en su encíclica sobre la esperanza, que reflexionemos en el Juicio Final. Sin duda “en la época moderna, la idea del Juicio Final se ha desvaído…El ateísmo de los siglos XIX y XX, por sus raíces y finalidad es un moralismo, una protesta contra las injusticias del mundo y de la historia universal.” El ateo justifica su ateísmo contra un Dios que “permite” las injusticias. Por lo tanto el hombre mismo ahora debe establecer la justicia… Les contesta el Papa: “Un mundo que tiene que crear su justicia por sí mismo es un mundo sin esperanza… Nadie ni nada garantiza que el cinismo del poder –bajo cualquier seductor revestimiento ideológico que se presente- no siga mangoneando en el mundo.” ¡Bien lo sabemos!
 
Nos dice el Papa en su encíclica: “La protesta contra Dios en nombre de la justicia no vale. Un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza. Sólo Dios puede crear justicia… La imagen del Juicio final no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de esperanza, quizás la imagen decisiva para nosotros de la esperanza… Yo diría: es una imagen que exige responsabilidad.”
 
Si consideramos muy fuerte la imagen del Juicio final en las antiguas catedrales, quizás tenemos que recurrir directamente al pasaje del evangelio de San Mateo sobre el Juicio final. Aunque no aparezcan imágenes terroríficas, las palabras de Jesucristo no son menos escalofriantes: seremos juzgados al final por lo que hicimos o no hicimos. Y se nos llamará benditos o malditos según hayamos ayudado o no al mismo Cristo en cada uno de nuestros hermanos sufrientes. Nos habremos condenado vergonzosamente nosotros mismos si mal usamos o desperdiciamos todo lo que Dios puso en nuestras manos. Tendremos que rendir cuentas de los talentos que Dios nos dio a cada uno, ni siquiera para “conservarlos”, sino para reproducirlos haciendo el bien a los demás en el mundo y ayudando a progresar su Creación.
 
Nos dice el Papa: “Dios es justicia y crea justicia. Este es nuestro consuelo y nuestra esperanza.” Y esta es una invitación a vivir en activa esperanza donde todos y cada uno de nosotros es un agente y mensajero de la esperanza.