Preguntas y respuestas

¿Queda gente todavía que dé luz?

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

Emilita Luzárraga Fernandez murió hace unos días de la misma manera que vivió: dando luz. Emilita entendió a cabalidad y llevó hasta la máxima consecuencia su compromiso matrimonial. Tuvo que tomar la decisión más difícil para una mujer: quedarse con su esposo Lino, preso y amenazado con el paredón de fusilamiento, o irse con sus hijos de tres, dos y meses de edad, con sus padres al exilio y salvarlos así del amenazante adoctrinamiento marxista. Emilita decidió mandar a sus tres hijos con sus padres y se quedó en Cuba con su esposo. Pensó que la separación sería corta. 

Lino Fernández, médico, líder católico en el movimiento clandestino contra Castro, fue indultado y finalmente, después de 17 años de prisión, pudieron él y Emilita reunirse con sus hijos en Miami

Su odisea fue recogida fielmente por la periodista y escritora Kay Abella en el libro Fighting Castro, A Love Story. Allí se narran los horrores sufridos por Lino en su captura y prisión política y las vicisitudes por las que pasó Emilita, perseguida y rompiéndose el corazón con su esposo dentro de la cárcel y sus hijos creciendo lejos en el exilio. 

La vida de Lino y Emilita ha sido una verdadera historia de amor que seguirá siempre llenando de luz a todos. 

Pocos meses después de publicado su libro, Emilita fue diagnosticada con un cáncer agresivo. Fueron cuatro meses de tratamientos y complicaciones médicas que ella soportó con entereza y paciencia heroicas. Nos queda su sonrisa llena de paz y dulzura a través de esa lucha. Emilita, a pesar de todo, vivió hasta el final radiando luz. 

En un mundo corroído por un materialismo brutal, queda todavía, y quedará siempre gente, como Emilita, que no ponga obstáculos a la ayuda de Dios, ni ponga excusas cuando Él nos llama a ser responsables.  

Vivimos en las tinieblas de un mundo que quiere prescindir de Dios, apabullados y egoístas, incapaces de dar luz. Sin embargo, no llegan aquellas palabras de Cristo invitando a los que quieran seguirlo, a ser “luz del mundo”. 

Al llegar la noche, cada día, nos podríamos preguntar: ¿acaso estoy yo también apagado? ¿Soy incapaz de dar luz? La respuesta tiene que venir sincera y bien de adentro de cada uno. Si es afirmativa, tenemos que pedir a Dios con humildad y confianza que nos vuelva a “electrificar”... A la mañana siguiente, siempre vendrá un nuevo amanecer y otro empezar. Y quizás podremos también cada uno escribir una historia de amor llena de luz como la historia de Emilita.