El Infierno, los infiernos

Autor: Eva María Catalán

 

 

Es cada vez más habitual el empleo de términos lingüísticos judeo-cristianos en artículos periodísticos y literatura de todo tipo para significar una proposición desde una perspectiva más profunda. "Infierno" es una de estas palabras que afluye con asiduidad para calificar un escenario insostenible. Pero en origen, designa un lugar de horror metahumano, lúgubre y lastimoso poblado por los dominadores del mal que afligen sin cesar, y ya por toda la eternidad, a los réprobos que no quisieron reconocer a Dios en sus vidas y nunca supieron nada del amor. El Infierno es un lugar terrible y un estado de postración tal que no hay palabras humanas para describirlo. Es tal el espanto de los que allí habitan que su sola visión supondría una tortura para los moradores de la tierra. Por eso es tan importante no usar términos que no tienen comparación con situaciones terrenales. Y el Infierno es el gran olvidado, fingida su inexistencia para poder llevar a cabo todos los atropellos contra la ley de Dios, pero sin poder engañar del todo a la conciencia que se agita ante su posibilidad temible. Es así como el Infierno definido innumerables veces por Jesús en los Evangelios cuenta hoy con total descrédito, pero no por ello disminuye su realismo. De hecho los que tratan de ignorarlo se topan antes o después con su descarnada realidad.