Postal a los jóvenes

Euro y dólar: dueños del mundo

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB    

 

 

Vivimos en una sociedad en la que el dólar y el euro son los dueños del mundo. Ante ellos, la precariedad puede representar un punto de encuentro entre jóvenes, ancianos y adultos. Los ancianos experimentan mucho más fuerte la precariedad de la vida; los jóvenes la precariedad del trabajo. Tienen una gran dificultad para entrar en el mundo del trabajo en el que predominan los adultos de 45 a 60 años, víctimas, por otra parte, de muchas convulsiones empresariales que afectan a su vida.

La precariedad se ha convertido en el gran peligro y en la amenaza de los adultos y ancianos pensionistas. Este peligro ha inoculado el veneno en la psicología de los trabajadores. Su valía personal se mide únicamente bajo el parámetro de la productividad y por la capacidad de competir en los mercados.

Las consecuencias de la precariedad son mortales en cuanto que las presiones sociales se tornan insoportables. De aquí es fácil deducir que la esperanza se ha convertido en una de las virtudes más difíciles de vivir y cumplir en nuestros días. Lo central y lo que vale por encima de la persona y de todo es el dinero.

¿Quién se pregunta si tiene sentido esperar y qué es posible esperar fuera del dólar verde o del euro si estas monedas aparecen como las columnas vertebrales de la vida y de la felicidad?
Todo se condiciona por ellas. El mercado ha tendido sus tentáculos ampliamente a casi todos los sectores de la vida. Son como la arterias futuras en las que sólo valdrá la acumulación de necesidades materiales por consumir y nada, la realidad concreta del ser humano.

DESCONFIANZA. Asistimos a una desconfianza ante el futuro que quiere clonar a los seres humanos en función de su rentabilidad aunque no tenga la libertad de ser persona según la tradición cultural humanística, los ritmos de la tierra, del viento, del sol, de las estaciones, del amor y de la ira como nos han hablado hasta ahora la filosofía, la historia, la religión y la medicina.

Entre el deseo de pensar por sí mismo y la realidad de verse envuelto entre redes hay un abismo.

Si el trabajo y su organización funcional para el mercado y el provecho han empobrecido la ciencia autoreferencial o la han esclavizado a un proyecto de poder sin distinción entre jóvenes y adultos, ¿a dónde irá a parar la humanidad? 
La precariedad del trabajo es simplemente el primer paso hacia una nueva esclavitud humana.
Por eso no puede ser una cuestión social irrelevante para nadie que crea que el hombre vale mucho más que el propio dinero.

Los niños se salvarán en la medida en que haya ancianos que los cuiden con humanidad y en la medida en que hay fuentes que piensen en lo que vendrá después.
Y si a la alta precariedad de la existencia se añade la del vivir, ¿qué clase de felicidad nos proporcionaré el dominio y el ansia de tener en mano a los dos poderosos euro y dólar? 

Es cuestión de reflexionar más sobre la realidad esencial de la persona que en cuanto puede poseer. Que, al fin y al cabo, es nada en comparación con la bella aventura de existir y de vivir según el mandato divino.