Correo LXX: Ana y el infierno 

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

   

Ana: 


Hace unos días, me comentas en tu correo anterior, que habías visto la película de “El Exorcista” de William Friedkin y que te habías sentido horrorizada. 

Has leído que este filme se estrenó el 26 de diciembre de 1973, pero que tú has visionado la que se ha hecho en el año 2002, casi treinta años después. 

Te has sentido sobrecogida al conocer que el libro de W.P. Blatty, y la película, está inspirada en un hecho real ocurrido en el año 1949. 

Me cuentas que la historia se basa en la vida de una joven adolescente, hija de una actriz, que comienza a tener trastornos de conducta. 

La chica, Regan, es sometida a distintos tratamientos para determinar qué sucede en el lóbulo derecho de su cerebro. 

A medida que el trastorno de conducta en Regan aumenta, la madre, encuentra en un sacerdote, el Padre Karras, la única vía de solución.

Los ataques de Regan son cada vez más feroces y hace que se transforme en un monstruo. Su voz ya no es la misma. ¡Satanás la ha poseído!

Ante este hecho, la madre de Regan decide llamar a un sacerdote, el Padre Merrin, que desenterró una pieza antigua, que representaba al demonio Pazuzu, con el que cree que tiene relación el caso de Regan. 

¡Y te has sentido horrorizada al conocer que está basado en un hecho real! ¡Y te preguntas si realmente existe el infierno!

Es algo que te martillea en la cabeza desde entonces y que no puedes quitarlo de tu mente. Tus amigos, me cuentas, te repiten continuamente que “sólo es una película”. ¡Tú no puedes esquivarlo al saber que está basado en un hecho real y que sin que lo sepan tus padres duermes con la luz encendida!

¡Cómo te comprendo, Ana! ¡Cómo entiendo ese “pánico existencial” cuando se ven películas de este género!

Me preguntas si existe el infierno. Quiero recordarte unas palabras del Papa Juan Pablo II: “el cielo no es una abstracción ni un lugar físico, sino una relación viva y personal con Dios” y que “el infierno, más que un lugar, es una situación de quien se aparta de modo libre y definitivo de Dios”. 

Ya vivimos en nuestra realidad finita situaciones ajenas al amor y a la misericordia que anticipan ese infierno sin llamas ni calderas, y también degustamos las mieles de la gloria cuando somos amados y saboreemos la compasión. ¡Si, efectivamente, “el infierno es no amar” (Bernanos)”. 

Cuando nuestra vida se ancla en los suspiros de la intolerancia y el egoísmo entonces se genera un caparazón frente a las necesidades de los otros y el infierno sin llamas viene despacio, llevándonos al desasosiego y las noches oscuras del miedo. ¡Si, el infierno se anticipa de manera veloz y pasajero!

Cuando la vida no arde consumiéndose por ayudar a los demás, entonces el infierno llega aunque tu entorno se cubra de rosas y se engalane con los últimos inventos. ¡Si, el infierno se instala el “orden viejo” del egoísmo y la injusticia!

Un amigo.