Que los buenos sean alegres

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

                                  

                   

Cierto día una niña estaba en una misa de niños. El sacerdote invitó para que hicieran peticiones. Y aquella niña levantó la mano derecha, y tímidamente exclamó: “Señor, te pido para que los malos se conviertan en personas buenas y los buenos sean alegres”.

La petición de aquella niña le hizo comprender al sacerdote la necesaria urgencia de la bondad y la alegría en el mundo, sobre todo en el ambiente social en el que vivimos, en ocasiones cargado de violencia, odio, recelo y tristeza.

El mundo necesita grandes dosis de alegría para encontrar su verdadera identidad, que no es otro que el amor, el amor místico purificado y creador permanente. Y la cruda realidad es en múltiples ocasiones los buenos desfiguran la cara y la seriedad se anida en cada facción de su rostro.

Y bien decía la gran santa española y doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús, que “un triste santo es un santo triste”.

Pidamos al Señor que nos conceda el don de la alegría y la bondad a borbotones para que no se instale en nuestro ego la tristeza, la seriedad y la maldad.