Un sacerdote debe ser

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

                                          

                   

En una pared de la casa de un sacerdote había un cuadro peculiar, sacado de un manuscrito medieval, de cómo debe ser un sacerdote: "a la vez muy grande y muy pequeño. De espíritu noble, y a la vez sencillo como el labriego. Héroe que ha triunfado de sí mismo, y hombre que luchó contra Dios. Fuente inagotable de santidad, y pecador a quien Dios perdonó. Señor de sus propios deseos, y servidor de los más débiles. Alguien que jamás se doblegó frente a los poderosos, y sólo se inclina ante los humildes. Dócil discípulo de su maestro, y caudillo de valerosos combatientes. Pordiosero de manos suplicantes, y mensajero que distribuye el oro a manos llenas. Animoso soldado en la batalla, y mano tierna para el enfermo. Anciano por la prudencia que pone en sus consejos, y niño que confía en los demás. Hecho para la alegría, y curtido por el sufrimiento. Ajeno a toda envidia, transparente en sus pensamientos, sincero en la palabra, amigo de la paz, enemigo de la pereza, seguro de sí mismo".

 

                Y mucha gente cristiana pide continuamente, día y noche, que Dios nos envíe buenos y santos sacerdotes.