¿Amor o bebés medicamento?

Autor:  Marta Genera

Fuente: Gama



Hay niños generosos dispuestos a dar incluso más de lo necesario. En cambio en el caso de “bebés medicamento” no hay ni justicia, es decir, ni se da a cada uno lo básico que se le debe: respeto a su vida. ¿A caso los padres tienen derecho a decidir que se dé existencia a un ser humano pero que este no merezca vivir o sea querido en función de otro? ¿Puede una Comisión Nacional de Reproducción Asistida autorizar algo tan inhumano?

Una niña cuyos padres optan por concebir al “bebé medicamento” como medio para curarla con razón podrá dudar un día si verdaderamente la aman. Es lo contrario al caso de un hermano dispuesto a sacrificar incluso su propia vida para salvar al otro y así darle la máxima seguridad de ser querido con sinceridad.

Me tocó algunas veces celebrar la Navidad junto con una preciosa familia, la familia de la ya difunta niña Audrey. En las cenas, los papás solían contar preciosas anécdotas de su vida. Cuando su hija Audrey, enferma de leucemia, necesitó un trasplante de médula, los médicos escogieron a su pequeño hermano Henry para ser el donador. Henry tenía cinco años cuando decidió sufrir la operación. De camino al hospital decía “No es nada, mamá. Mira, Jesús nos pide que demos la vida por nuestros amigos. Audrey es mi hermana, y total, sólo me pide un poco de médula”… Después me contaron de otro niño quien para el bien de su hermana se decidió para la transfusión de sangre pensando que esto le implicaría la muerte… ¡estaba dispuesto a sacrificar su vida por su hermana!

Un niño de cinco años ya es capaz del verdadero amor. El amor es donación, es entrega de uno mismo. Es el acto más sublime de la libertad, por la cual nos autoposeemos y nos podemos entregar al otro buscando su bien.

Recordé el caso de aquel niño al leer una noticia de España según la cual tres familias recibieron permiso para concebir a un hijo con el fin de curar a otro. (En esta ocasión es para curar a tres niñas). En realidad se trata siempre de concebir a varios nuevos hijos, de los cuales solamente uno podría “servir” o sobrevivir, para ser donante compatible de células de sangre de cordón umbilical para tratar de salvar al enfermo.

¡Qué contraste entre la capacidad de sacrificarse de un niño y el “producir” y usar a otros seres humanos, (los propios hijos), como medios en función de la salud de otro hijo! Entregarse a sí mismo o utilizar al otro para un fin ajeno. Amor a la hermana o egoísmo de querer tener a una hija sana, sin considerar el bien de los otros seres humanos implicados.

Ciertamente, si amo a alguien, busco su bien y quiero curarle. Hay niños generosos dispuestos a dar incluso más de lo necesario. En cambio en el caso de “bebés medicamento” no hay ni justicia, es decir, ni se da a cada uno lo básico que se le debe: respeto a su vida. ¿A caso los padres tienen derecho a decidir que se dé existencia a un ser humano pero que este no merezca vivir o sea querido en función de otro? ¿Puede una Comisión Nacional de Reproducción Asistida autorizar algo tan inhumano?

El otro merece ser amado igual que yo simplemente por su dignidad de ser humano. Todos fuimos un día embriones. El que sobrevive podrá decir, que tuvo suerte al no venir a este mundo para ser usado como medicamento para otro. Realmente es impresionante ver cómo somos capaces de perder la conciencia del valor intrínseco de cada ser humano que no permite usarlo como un objeto o un medio para fines ajenos. Cuando se trata del propio hijo, sería natural sentir aún más intensamente que merece ser amado y querido por sí mismo.

Cada embrión es un hijo indefenso. Los más indefensos necesitan más ayuda y protección. No vale ayudar a uno matando a otros. A lo mejor los padres de “bebés medicamento” no saben lo que hacen, pero la solución que encontraron para la enfermedad de sus hijas no es buena. Prefiero buscar una manera de servir a los que amo inspirándome en el ejemplo de la más verdadera entrega que es capaz de darnos un pequeño niño.