La adecuada relación con la tradición

Autor:  William Mora

Fuente: Gama

 

 

Al llegar al mundo, el hombre se encuentra amortiguado por una estructura que impide un choque violento con la realidad: una serie de valores y costumbres que manifiestan al hombre una visión sobre la realidad. A esta estructura la llamamos tradición.

La tradición constituye la primera plataforma sobre la que cada hombre se pone en pista para emprender el vuelo de su vida con un sentido correcto. Es una exigencia de su naturaleza para poder ser introducido en la realidad. Este introducirse en la realidad no es una tarea de la cual se puede evadir el hombre; es una faena que exige un equilibrio entre lo que quiere ser propuesto (y no impuesto) y la capacidad gradual del educando.

Ante la falta de un educador competente, el adolescente corre el riesgo de verse presa de un criterio espontáneo por el cual mide sólo una parte de toda la realidad (la que más le interesa y satisfaga inmediatamente). La dificultad aparecerá a la hora de enfrentarse con la propuesta de una opción fundamental que, sin un criterio objetivo y la guía de un experimentado, será rechazada o sufrirá indiferencia por parte del receptor, incapaz de conciliar su naturaleza deformada con la propuesta de la realidad (para acabar fatalmente en la oscuridad del escepticismo).

Esta tragedia puede encontrar sus principales causas en dos ambientes: la escuela y aun en la familia. Hoy por hoy, un considerable porcentaje de escuelas se adjudican el calificativo de “neutras” y se desentienden de grave responsabilidad de formar a cada hombre de manera integral. Y es que al hombre no le basta saber las cosas por saberlas, necesita comprender la razón y el porqué de su estudio y en qué sentido le ayudan a ser más hombre. Pero, desgraciadamente, muchos sistemas educativos se encierran en una determinada teoría analítica por la que se limitan a echar una heterogeneidad de cosas y una contrariedad de soluciones sintetizable en el: “al que le quede, que se lo ponga”.

Por otro lado están los padres, muchas veces incapaces y temerosos de proponer a sus hijos las ideas fundamentales por las cuales puedan regir su vida con rectitud. Dejan con gran despreocupación la carga de su responsabilidad a otros ambientes y medios, la mayoría de las veces, desconocedores de cada contesto familiar. Dejan al joven, en definitiva, a la merced de una inmensa tempestad de propuestas e ideologías no muy de acuerdo con las auténticas necesidades del ser humano. Los padres y educadores deben entender que hay una serie de patrones políticos y, todavía más, económicos que para alcanzar sus fines no consideran las consecuencias prácticas de sus programas en cada individuo.

Las sociedades hodiernas son víctimas de la idea de que una sociedad nueva se tiene que construir de cero, eliminando todo rastro del pasado que busca ser presentado como una época oscura e irracional. De esta manera, el “sentido crítico” ha tomado en nuestros días un matiz de negatividad dejando de lado su objeto principal, el descubrir también aquello que pueda ser considerado un sustrato estable, una estructura sólida, una piedra angular sobre la cual se pueden soportar aquellas nuevas propuestas que realmente aporten alguna perfección a nuestra naturaleza.

Para renovar una sociedad es necesario descubrir un sentido sobre la propia historia para tomar a través de ella aquellos materiales fundamentales, reconociendo sus errores y sus causas de manera que no se repitan; de otro modo, aquel grupo que ignora su pasado, está condenado a repetirlo.