De fumar, rezar y otros vicios

Autor:  Fernando Morales

Fuente: Gama

 

 

“Fumar es nocivo para la salud”. Esto lo dicen las cajetillas, los anuncios y cualquier médico que se precie de serlo. Por eso estamos todos de acuerdo en que sólo se debe fumar en privado o en los lugares adecuados. Se habilitan zonas para fumadores y se les prohíbe disfrutar del tabaco en cualquier lugar público.

¿Quién permitiría que un profesor fumara mientras imparte la lección a sus pequeños pupilos? No sólo los intoxicaría, sino que sería un pésimo ejemplo de conducta que los niños podrían imitar.

Y es así como el secularismo reinante quisiera poner esta frase en la entrada de las iglesias y escuelas cristianas: “el cristianismo es nocivo para la salud”. No cabe duda de que el secularismo relativista tiene un dogma sagrado e indiscutible: el cristianismo es dañino, y esta doctrina de fe ha de ser proclamada y anunciada a todas las naciones.

Es por eso que, aunque hay que ser tolerantes con todos los grupos sociales y minorías, es lícito insultar al cristianismo y ridiculizar sus símbolos y creencias en público, y ha de restringirse su práctica al ámbito privado, de modo que no se dé mal ejemplo y, de ser posible, no se transmita este vicio ni siquiera de padres a hijos.

Pero ¿cuál es la nicotina venenosa que hace tan malo al cristianismo? Pues que afirma absolutamente que la verdad no se la fabrica cada uno, sino que está por encima de nuestros caprichos y que podemos conocerla. Es la antítesis del relativismo moral que quiere un paraíso terrenal sin vínculos de conciencia.

Como en las viejas películas del oeste, los dos cowboys, pistola en mano, se miran frente a frente –con un cigarro en la boca–, y se dicen mutuamente: “en este pueblo no cabemos los dos”.

Efectivamente. Es comprensible que los dos absolutos se excluyan entre sí. Ahora presenciamos el duelo, pero no olvidemos que uno de los dos contrincantes, después de dos mil años, ha dado muestras de que nunca morirá, ni siquiera por fumar.