Por Dios y por España

Autor:  Javie Gaxiola

Fuente: Gama

 

 

Es algo sintomático. Cuando queremos expresar el fastidio que nos da hacer una cosa o la otra, la palabra martirio es una de nuestras preferidas. ¡Este trabajo es un martirio! ¡Escuchar a esta persona es un verdadero martirio! No pocas veces la usamos cuando queremos decirle a alguien que exagera y que realmente no sufre tanto como dice: “Venga hombre… deja de quejarte y no te hagas el mártir.” La palabra se usa -y con una frecuencia- para expresar tortura o exceso de autocompasión. Existe otro uso. Es el principal y ¡hay que ver lo lejos que está de los anteriores!  

Curiosamente su significado es la acción más noble y heroica que cualquier hombre puede realizar: dar la vida por otro, morir por amor. Sobra decirlo pero esta frase puede parecer un tanto romántica y algo cutre para nuestros días. A menudo oímos en la televisión a los enamorados decirse: “Daría mi vida por ti”. Pasan los años y ahí los ves: se separan por que “ya no saben si se quieren” y optan por “dar la vida” por el/la de al lado. Como dice el refrán: “Del dicho al hecho, hay mucho trecho”, y a veces mucho más del que pensamos.

El próximo 28 de octubre la Iglesia elevará a los altares a 498 mártires españoles del siglo XX. Hombres como nosotros, pero que dieron todo, hasta su último respiro, no por un ideal (como el espía de guerra que prefiere ser asesinado que chivarse a su bando, o como los kamikazes…) sino por una Persona. Hombres que prefirieron derramar su sangre antes que negar lo que eran. Héroes de nuestra fe y de España. 

Se podría pensar que la Iglesia se contradice. Por un lado defiende la vida a capa y espada y, por otro, aplaude las muertes evitables con este tipo de reconocimiento. Vuelvo al significado: un acto tan heroico y noble merece este galardón y más. No es que el mártir muere por que no hay otro remedio. La apostasía es en todos los casos la puerta trasera para escapar. No se trata de evitar una muerte sino de dar la vida por Alguien que nos trasciende y que nos ama infinitamente. 

Es difícil encontrarse hoy con gente así: dispuestos a dar todo por el otro. Capaces de defender sus principios por más que arrecien las olas, y que la fuerza (armada o sutil) se desate contra ellos. Esta beatificación debe despertarnos. La conciencia de lo que somos se ha quedado olvidada en el ángulo oscuro. Los mártires nos enseñan con qué actitud hemos de defender lo que nos pertenece. ¡Dieron la vida por Dios y por España!