Carta a los cristianos

Maestro

Autor: Padre Gerardo Moreno

 

 

¿Cómo olvidar los tiempos de la escuela? ¿Aquellas mañanas o tardes dónde salíamos a estudiar sin saber exactamente lo que queríamos? Tiempos impregnados de alegría, juegos en la hora de recreo, correr, montarse en las matas de mango. Pero en mi escuela no había mata de mango, dirán algunos, bueno, en la mía sí, y muchísimas. ¡Qué decir cuando tenían mangos! Siempre queríamos estar en recreo. Llegar sudado después del receso se había hecho una costumbre que dispersaba de la tarea, aunque las maestras y sus colegas aprovechaban para conversar un poco y mirar a sus alumnos cómo se divertían y reflejaban esperanza. Esto lo reflexiono ahora que tengo conciencia de muchas cosas, porque cuando somos niños no le paramos a todo, ni tomamos las cosas tan en serio como cuando vamos creciendo y poniéndonos a cambiar el mundo que otros destruyen.

Es propicia la ocasión para rendir homenaje al maestro, por supuesto, también a la maestra. A esos hombres y mujeres que día a día salen al encuentro de los sueños de los niños, de la esperanza recién comprada en la tienda de Dios y de la rara idea de ser ejemplo con la propia vida.

Profesor, licenciado, doctor, puede ser quien se dedique a estudiar para eso, pero MAESTRO, no. El maestro sueña que sus alumnos serán grandes y buenos profesionales el día de mañana, pero especialmente, sueña que serán buenas personas, buenos hijos y buenos esposos y padres más adelante. El maestro no se conforma con la asignatura que debe impartir, sino que su propia vida es una enseñanza, un ejemplo a seguir. El maestro, de aquí y de allá, está consciente que es un puente para que sus alumnos se encuentren en vivo y directo con la ilusión, con el amor a la vida, con las ganas de seguir caminando aunque los niños no sepan exactamente lo que quieren.

El maestro es palabra que alienta, mano que levanta, luz que ilumina. Por cierto, nunca le dijiste a tu maestro(a): Un permiso para ir al baño, y resulta que lo menos que hacías era ir al baño, sino que ibas a jugar con los compañeros de otros grados, ¿verdad que sucedía?

Debemos volver a valorar al maestro, ese que se esmeraba para que sus alumnos dieran lo mejor y se sacrificaba para que la clase del día fuera de mucho provecho. El maestro enseña, pero al mismo tiempo aprende, porque sabe, parafraseando al filósofo, que no todo lo sabe.

No todos estamos llamados a ser licenciados, profesores, doctores, religiosas, presbíteros, abogados, economistas, ingenieros; pero sí a ser maestros: Dejar huellas que otros seguirán.

En su día (15 de enero), que Jesucristo, el Maestro de maestros, los bendiga, fortalezca e impulse a amar lo que hacen y es su vocación. ¡Felicitaciones! Todos estamos llamados a ser maestros.