Ticlio

Autor: Astor Brime   email: gegarcas@hotmail.com

 

 

¿Por dónde la mirada de ternura
para el alma apenada de la tierra?
¿Es la sangre sonora quien mantiene
esta herida ululante
clamando por el sol?
¿Qué espada me abre el cráneo
arboreando nubes sobre nieves?
Bajaron pedregales desde el cielo
y contaron la voz de las estrellas
derramando los truenos impetuosos
por el mar infinito de la angustia.
¡Qué larga la tirada
de este raigón de carne! Nunca acaba
de arrancar las raíces de la vida.
Por aquí se afilaron los cuchillos
del odio y de la muerte.
Por aquí los bramidos de los vientos
pedían las entrañas abortadas
y las ingles del indio enrojecido
encendieron las llamas de la piedra,
acoplado sin ruedas y sin olas
en el cuerpo desnudo de la altura,
buscando con sus labios
la boca hinoptizante de los ríos
y engendrando su eterna desventura
para el canto abismal de las catástrofes.
Petrifica la luna su mirada
izado el corazón sobre este mástil,
que emerge los vaivenes zodiacales
huyendo de las fauces del soroche..
Cuatro mil ochocientos dieciocho
nudos crueles aprietan la garganta,
ahogándole los gritos aterrados,
que buscan por el Rímac el sosiego.
¿Es ángel o demiurgo
quien nos empuja el salto hacia la vida?
Ya puede la esperanza
colgar por las paredes los espejos
para darle al recuerdo las fugaces
cabriolas malabares de las nubes.
Lo mismo que ese tren,
zigzagueante, lentísimo
de la sed de Huancayo,
hoy coronan mis dudas derrotadas
los penachos triunfales de Anticona.