Domingo II del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Generoso García Castrillo, C.Ss.R.   

email: gegarcas@hotmail.com

 

 

I – Hermenéutica.  

            Tomando pie de la Palabra de Dios en las tres lecturas bíblicas que acabamos de oír en esta primera parte de la Celebración de la Eucaristía, vemos:

 

1ª Lectura:

                   a/.- Que en la primera de las lecturas, tomada del Libro 1º del profeta Samuel (el Samuel niño) nos ha podido llamar la atención la repetición de varios términos: palabra-hablar-escuchar y llamar-responder.

                   b/.- Reproduce este primera lectura lo que llamamos “Vocación al profetismo” de aquel personaje del Pueblo de Israel, Samuel, que ya de niño fue llamado y destinado por Dios para ser profeta: Encargado para decirle al pueblo creyente en Dios doctrina y preceptos.  

IIª Lectura:

                   En la segunda de las lecturas San Pablo, en la carta 1ª  a aquella primera comunidad cristiana, por él evangelizada de la ciudad de Corinto, trata de ciertos aspectos relativos al enfoque cristiano del sexo-Y emplea  la hermosa y significativa metáfora: “Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo”. Por lo tanto, sois posesión de Dios.  

IIIª Lectura:

                    Y en la tercera de las lecturas de la perícopa del Evangelio según San Juan, se nos cuenta cómo Jesús, al ir a comenzar la etapa profética de su vida, lo primero que hizo fue anexionarse compañeros, discípulos. Entre éstos primeros que escoge están Andrés y su hermano Simón . Y como a éste lo tenía destinado a ocupar un puesto especial en esa obra suya, lo marca con un nuevo nombre: Desde hoy, vas a dejar de llamarte Simón, y te vas a llamar Pedro. “Pedro con semántica de “piedra”. Es decir. Te escojo para que seas como la piedra básica, sobre la cual, o con la cual yo quiero edificar la obra para la cual he venido al mundo: la Iglesia.  

 

II -  Parenética.  

       a/. Hoy estamos aquí celebrando la Eucaristía, en gozo de sentirnos creyentes en este Jesús, leoneses castellanos, que en Sevilla hemos fijado nuestro vivir y actuar en la sociedad de que formamos parte. Estáis aquí sevillanos amigos, e hijos de familias castellanoleonesas ya nacidos en esta tierra acogedora.

       b/. Y si estamos en estos momentos delante del altar es porque en nuestras vidas y en nuestras actuaciones cuenta nuestra fe en Jesús.

       Hemos traído, incluso, símbolos, que en actos  de celebraciones festivas han tremolado en las alturas la fe que hemos heredado de nuestros mayores: Son esos pendones, que en procesiones y romerías han llevado sus altos índices hasta el cielo latidos de corazones, diciéndoles a los ángeles que aquí, en la tierra, nosotros ya ensayamos el cielo que esperamos.

        c/. También nosotros, como Samuel, como Andrés, como Pedro hemos sido llamados. ¿Llamados a qué?

-         Sé perfectamente que muchos de vosotros, los que habéis santificado amores en el Sacramento del Matrimonio, al tener que testimoniar que erais cristianos, tuvisteis que pedir la Fe de Bautismo al sacerdote de la parroquia de un pueblo de la Comunidad de Castilla y León, en donde os bautizaron.

-         Otros, ya nacidos aquí en Andalucía, y concretamente, en Sevilla, habéis recibido la fe en el hogar cristiano formado por abuelos o padres, que desde aquellos valles, vegas y montes hasta Andalucía bajaron.

-         Todos, pues, cristianos.

-         Y cristianos aquí, en esta Capilla de los Reyes, bajo la mirada de la Virgen Santísima de los Reyes, y junto al sepulcro de este rey castellano leonés, San Fernando el Santo.

       d/.- ¿Y qué tenemos que decirnos aquí, en este lugar de la Capilla catedralicia de los Reyes, en donde el que fue rey para extender la cristiandad hasta estos lares andalusís, San Fernando, espera la resurrección?

-         Os lo diré con la referencia de una anécdota de mis andanzas misioneras.

Anécdota;

        Una de las misiones más importantes de la Historia de la Iglesia, tal vez la mayor entre las llamadas “misiones populares”, fue la Gran Misión de Buenos Aires en la hermana nación de Argentina en la terminación de los años cincuenta.  

        Regía entonces la Iglesia de la diócesis de Buenos Aires aquel gran purpurado, el Cardenal Mons. Antonio Caggiano. Había pasado la hermana nación Argentina momentos difíciles en lo social y en lo religioso. Y este purpurado de la Iglesia pensó que una misión general de la gran ciudad de Buenos Aires, con sus más de doce millones de habitantes en aquel entonces, podía ser fermento y catapulta de Fe. Convocó a misioneros. No siendo suficientes religiosos y sacerdotes argentinos, llamó a puertas de otras naciones hermanas de América, y por supuesto, de España, a la que llamaban, y aún siguen llamando “la Madre Patria”.

       Efectivamente: Desde España, surcando el Atlántico en diversos transatlánticos, fuimos más de setecientos misioneros a engrosar la cifra de más de dos mil misioneros, que durante dos meneses, en templos y en hogares predicamos la Santa Misión.

        Como sabéis, apenas habrá pueblo, y sobre todo pueblos de los que nosotros provenimos, que no haya tenido y aún tenga emigrantes en Argentina. De mi pueblo, de Brimeda, a vera de Astorga, cómo no, desde mucho antes de aquellas fechas, y en aquellos días ha habido, y aún ahora, hay, emigrantes en Buenos Aires. Uno de aquellos emigrantes era primo mío, y primo también de los padres de quien hoy, como edil de la ciudad de Astorga, Joaquín Carro Calvo, ha venido el frente de los que portáis los pendones, llenando de colorido y ritmos maragatos  los ámbitos sevillanos. Un día, a ese primo mío, al ir a visitarlo en la barriada exterior de la ciudad , la de San Fernando (casualidad con este Santo leonés de este sepulcro del retablo) le recordaba yo su origen cristiano. Bueno, Antonio, le decía: Que no te olvides de lo que aprendiste y practicaste en Brimeda; naciste en hogar muy cristiano; fuiste bautizado en aquella pila bautismal en la que yo también a mí me bautizaron, y te pusieron Antonio, el Santo de nuestra fiesta parroquial, cuyas andas tú, con otros mozos, portabais en la procesión; incluso recuerdo, que siendo yo niño, y tú soldado voluntario, viniste del frente con todos los arreos de soldado, con aquel fusil, que yo vi por vez primera tan cerca, y que nos hablaba de guerra, y te oí que querías ir al señor cura, don Rodolfo, a confesarte y comulgar. No te vayas a olvidar de Dios ahora que veo cómo has subido económicamente en tu negocio, siendo aquí feliz con tu mujer y con tus hijos. Y él entonces, poniéndose muy serio, me contestó: Generoso: Para mí, no hay más Dios que el Dios de Brimeda.  

 

PERORACIÓN  

       ¿A que sé lo que estáis ahora mismo pensando muchos de vosotros, los que desde ciudades y pueblos castellanoleoneses habéis afincado vuestros lares en esta Tierra de María Santísima, y habéis formado hogares, en los que habéis querido cristianar a vuestros hijos, sembrando en ellos semillas de aquella fe que trajisteis desde vuestros pueblos? Para mí, decís, no hay más Dios que el Dios de mi pueblo. Sí: El Dios de nuestro Bautismo, de nuestra Primera Comunión, del Sacramento del Matrimonio de  los que en vuestros pueblos respectivos os casasteis; el Dios al que hemos rezado recordando seres queridos que dejamos en aquellos cementerios. Por eso, en eventos festivos como los que hoy vivimos en esta fiesta de la Celebración del Botillo leonés, el Dios de nuestra Fe, ocupa, con todo lo que ello significa, el lugar principal de nuestra alegría.

       Y si palabras como llamar, responder  fueron las que trajimos al principio de nuestra homilía, recordando la vocación del profeta Samuel y de los primeros apóstoles de Jesús, nosotros sabemos que tenemos este honor de creyentes: Somos también llamados a dar testimonio de nuestra Fe den Jesús, y de responder con nuestra vida cristiana para ser ejemplo de cristianos creyente y practicantes.

                                        Así sea.    

    Homilía preparada para ser pronunciada en la Celebración de la Eucaristía el domingo. día 19 de enero de 2003 , en la Fiesta del Botillo, que los del la Casa de León en Sevilla celebran todos los años.