Carta a los cristianos

Antes y después de Cristo

Autor: Padre Gerardo Moreno

 

 

           “… por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí…”, nos dice San Pablo en su primera carta a los Corintios, 15, 1-11. Palabras llenas de sinceridad que reflejan el encuentro inevitable con Papá  Dios; rico en misericordia y vida en abundancia  en Jesucristo. 

            Encontrarse verdaderamente con Jesús de Nazareth es no mirar hacia atrás ni anclarse en lo que ha sido la vida antes de Cristo. Encontrarse con el Maestro implica convertirnos en discípulos, y al igual que los Apóstoles, salir corriendo con alegría  por los caminos de nuestras comunidades a contar a otros lo que Cristo ha hecho en nosotros.  

            Si alguien no cuenta a otros lo que Cristo hace en su vida, está anclado en lo que es su camino antes de Cristo. Si alguien se alegra de la injusticia y la opresión, se complace con la calumnia, el chisme y la hipocresía, vive antes de Cristo. Si alguien deja que su corazón esté habitado por la mezquindad, la envidia, el egoísmo y prefiere tener la actitud de los fariseos que se limitan a la apariencia, vive antes de Cristo.  

            Antes y después de Cristo, la diferencia la marca el encuentro; pues, quien se encuentra con Cristo no retrocede jamás ni echando broma. Además, vivir a partir de Cristo lleva a la persona a levantar al prójimo como hizo el Buen Samaritano. Levantarlo sin importar su credo, estatus, lengua, cultura y pensamiento.  

            Corregir al hermano cuando se equivoca, levantar la voz por los que la han perdido o sienten miedo de hablar, denunciar la injusticia,  desprenderse de sí mismo, salir de la comodidad y de la indiferencia para ir al encuentro del prójimo, proclamar el Evangelio dentro y fuera de la Iglesia, perdonar las heridas y abrirse al perdón infinito de Dios es vivir a partir de Cristo.           

            Aunque no lo creas, pero leer escritos como éste, también es vivir a partir de Cristo. Déjame terminar con una oración: 

            Señor, Jesús, derrama tu poder sobre la persona que ha leído esta carta. Sana toda herida pasada. Que siga viviendo a partir del encuentro contigo, Señor. Si cae, levántala, si peca, perdónala, si se equivoca, corrígela, si se  da por vencida, concédele perseverancia. Amén. 

            Las siguientes palabras hazlas tuya:            

            Señor, Jesús, gracias por cambiar mi vida. Te alabo, glorifico y  proclamo con todo mi corazón, mis fuerzas y mi ser. Gracias por confiar en mí y enviarme a predicar tu Palabra. Cuenta conmigo, te pido que mi fuerza, sea tu fuerza; mis manos, tus manos, mi servicio, tu servicio, mi fe, tu fe, mi esperanza, tu esperanza, mi justicia, tu justicia, mi  amor, tu amor. Señor, Jesús, haz que encontrándome contigo, me encuentre con el prójimo. Amén.