Oración de la mañana 

Autor: Isabel Conde Ramirez 

 

                                 

 

Señor, aquí me tienes, el despertador acaba de sonar y con él mi vida empieza. A mi lado, el hombre que ocupa mis días se despereza. Al final de pasillo el segundo despertador suena y uno de los niños abre un ojo, no quiere levantarse aun. Mi corazón palpita de alegría, un nuevo día que ofrecer en tu presencia.

Antes de lanzar al vuelo el primer Ave María, me levanto. Una bata me cobija y, con el cabello ensortijado, bajo corriendo las escaleras. El gato me sale al encuentro, también él quiere desayunar. En la cocina la leche amenaza desbordarse cuando mi hija baja, al fin, al comedor. El niño se resiste. “¡No temas amor, como siempre llegará tarde al colegio, y eso que vivimos al lado, ja.ja.,!”.

Mi marido me sorprende llevándome un bizcocho a la boca, me atraganto y sonrío al descubrir al hijo pródigo asomando por la puerta del salón. ¡Ya estamos todos!.

No. Ya empiezan a marcharse... Primero el padre que me arrebata un beso y un te quiero. No acabo de darme la vuelta y, la niña agarra su mochila, el bocadillo y, sin pararse a saludar, cierra tras de sí la puerta. “Adióoooos...”, digo yo, bajito.

 ¡Oh, qué suerte, el perezoso aun sigue con la boca llena de amor y galletas sobre un descomunal vaso de leche con cacao.

Me siento, me derrumbo en el sofá soñolienta intentando ser absorbida por las noticias que escupe la radio. ¡Demasiado tristes para empezar la mañana...!

Un portazo y me quedo sola. Sola, no.

Junto a mí el gato reclama su tazón de leche.

Y entonces, mientras vierto el manjar que a lametazos sorbe mi querido Felipe, me doy cuenta de lo feliz que soy. Y así, feliz y maravillada alzo mis ojos al techo y, buscando al mismo cielo, rezo a Dios, mi dueño, una oración de gracias hecha de lagañas, amor y esperanzas para que este mundo tenga como yo un buen día.   

María, tu sonrisa me habla. Me dice que, cómplice me aguarda para encerrarme en el seno de su corazón.

María, te quiero con una dulzura para mí antes desconocida. Eres un pedazo de cielo aquí en esta tierra marchita que era antes mi corazón.

María, mi Amable, Santa, Pura, Sabia, Fuerte, Dulce y Bendita Virgen María.

María eres la sonrisa de Dios entre los hombres.

ERES LA SONRISA DE DIOS.