Por charruita, Señor dame luz para escribirle algo solo para ella.

Autor: Isabel Conde Ramirez 

 

 

.-Del cielo una nube nos trajo un regalo pequeño. Envuelto en mil algodones venía de alitas recubierto. Parecía un pajarillo caído de cualquier nido de este mundo...sin embargo de este mundo desconocido no mucho se iba a llevar.

Los ángeles de Dios decidieron dejarlo entre un frondoso jardín con efluvios salvajes mezclados de suaves alalíes. Arbustos, también habían pero no pinchaban sus espinas. Los ángeles cumplido el deseo dejaron el paquetito. Aquel día, las flores se habían levantado algo perezosas, tan sólo el perejil, altivo y sonriente tomaba el sol a sus anchas. Fue el primero en notar la presencia de un envoltorio como de seda del que sobresalías dos alitas llenas de plumas rosas y azules. Con lo torpe que era se dijo:!No es un polluelo para la cazuela...! Ni tampoco un arbusto genéticamente trastornado que alguien nos puso aquí. Bien feo!!!.

En realidad, bajo el tul de seda que cuidadosamente deshizo el perejil, enrollado en sí misma estaba una princesa de los cielos, una almita que siendo ángel aun no podía entrar en su morada. Así enrollada se veía extraña . El perejil Valiente!!! Se acercó y con...mucho miedo, la tocó.

Una crisálida de vida empezó a desperezarse. A estirar su cuello que sostenía una cabecita grácil y muy, muy hermosa. Las alitas ahora bien extendidas eran brillantes y de color rosa la una y azul la otra. El cuerpo de mujer, esbelto y sensual, pero en su apariencia de niña había ya mucho de mujer. Charruita, que así pensó llamarla la perejila, miró con dulzura y a la vez con asombro a aquella especie de planta que la abrazaba con hojitas de color verde intenso sujetas a un tallo tan fino que parecía se iba a romper. 

Y, Charruita habló: emitió su primer sonido. Era una sintonía desconocida para el jardín. De hecho cada flor se despertó escuchando una melodía diferente, pero, tan dulce y deliciosa que corrieron prestas a ver qué sucedía... de paso empujaron a un lado a la perejila que se reía mientras besaba la tierra. Charruita, con sus alas de colores fue acariciando los rostros de todas las flores del jardín, y comprendió que el buen Dios la había dejado allí por algo. Tenía mucho que aprender. Y, una vida muy larga para vivirla.

¡Charruita! Gritaron todas. El jardín frondoso se llenó de luz. ¡Charruita!! Gritó la perejila, “sé mi salvadora que esta tierra está hoy muy fría.” Y la bella crisálida se acercó eterea y galante recogiendo a la perejila de entre los arbustos en que había caído. Rápidamente las otras flores se disculparon y disculparon. Todo un día de disculpas, risas y amor.

¡!Charruita era un regalo inesperado que el jardín necesitaba para seguir en este mundo. El jardín del alma ahora estaba completo.!!!