Se vale soñar

Autor: Jorge Enrique Mújica 

 

 

Se llama Francisco Jiménez Anaya pero sus amigos y familiares le dicen, cariñosamente, “Panchito”. Él, quién no, ha tenido muchos sueños en la vida. Sueños los hay de todos los tipos, pero el que “Panchito” guardaba con tanta ilusión era uno verdaderamente transformante y noble: ser sacerdote.

En junio de 2005 fue ordenado diácono y se estaba preparando para recibir el ministerio presbiteral cuando le detectaron cáncer terminal, lo que le llevó a pensar que no cumpliría el sueño de toda la vida. 

Sin embargo, el 11 de enero de 2006 fue la expectativa y el júbilo en la diócesis de Illapel, Chile: ¡Panchito recibió el orden sacerdotal en la capilla de una residencia de reposo para sacerdotes, llamada Hogar del santo Cura de Ars, de manos de su obispo Mons. Rafael de la Barra!

Vaya gozo. El obispo impuso las manos, rezó la oración consacratoria y ungió las manos del joven diácono. La capilla, llena a más no poder. Lágrimas corrían por las mejillas de sus familiares y amigos mientras se cantaban las letanías de los santos; la emoción más grande embargaba el corazón de “Panchito” cuando bajó a Dios a sus manos en el momento de la consagración del pan y del vino… Algo realmente extraordinario.

Fue muy significativo el hecho de que eligiera como lema para su ordenación un versículo del Salmo 99: “Servid al Señor con alegría”. Y es que parte de la misión de un sacerdote es su testimonio, su ejemplo de júbilo, el transmitir, el reflejar a Cristo muerto y resucitado por amor. Y, en el caso de “Panchito”, equivale a decir mucho más: constituye el programa de vida de un ser humano enfermo. Un programa tal vez corto en extensión pero rico y profundo en contenido, en perspectiva, en manera de aceptar y afrontar el destino.

Es una visión que redimensiona el papel del dolor, que lo acepta, que lo transforma, pensando en la felicidad eterna. Dedicarse especialmente a conseguir una felicidad rápida no encaja con la fe ni con la vocación al verdadero amor. Se es feliz cuando se sirve al prójimo, cuando la vida, por breve que pueda ser, es útil, se pone al servicio de los demás.