Concentraciones por el Papa

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

A través de televisión hemos podido contemplar cómo nutridos grupos de personas, especialmente jóvenes, han participado en concentraciones espontáneas para honrar y rezar por el Papa difunto.
En Valladolid, las palomas revoloteaban alrededor, y coronaron dos de ellas la cruz de piedra de la plaza de San Pablo, que portaba imágenes de Juan Pablo II. Esta estampa evocaba en mí, el incesante afán del Santo Padre por la paz del mundo, a la que dedicó incansables esfuerzos. Se hizo acreedor de la bienaventuranza divina.

¿Nos congregamos para rezar por el Papa? En el regazo de la Virgen, su influencia se ha multiplicado, y más que rezar por él, se nos ocurre encomendarle nuestros asuntos. “Mi hija necesita que le renueven el contrato, y le he pedido que le ayude”- me confiaba una señora-. Otras hablaban de un modo parecido.

¿Y por qué en la calle? Está claro: este Papa abandonaba los muros del Vaticano para rezar con todos en la plaza pública, enseñándonos con su gesto, que la fe también hay que vivirla en público, que no se esconde. En la calle daba cita a la juventud, y en la calle ha manifestado ella su duelo, entre la tristeza de despedir a un Padre amigo, y el gozo de saber que descansa ya en el seno de Dios Padre.

Es maravilloso ver a tantos jóvenes juntos expresando su amor a un Papa que los quería a rabiar. En cifras millonarias salían a su encuentro y cruzaban montañas y mares; nada les detenía. En Filipinas se concentraron cuatro millones; en París, tres; dos en Roma; casi un millón en Madrid.... “Os he buscado tantas veces...Ahora habéis venido a mí. Y os lo agradezco”- remitió a los jóvenes casi en la agonía-.

Como madre de familia y mujer que se relaciona con los jóvenes, me consta el cariño y admiración de muchos jóvenes por el Papa. Las Jornadas de la Juventud han sido para ellos, una gozada, y se les han quedado grabadas como a fuego. Ojalá el próximo Pontífice de la Iglesia y sus Obispos, sacerdotes, laicos comprometidos y padres y madres de familia, recogiéramos la herencia del Karol Woytila.

Juan Pablo II fue un pastor fiel, un hombre al que le dolían Cristo y las almas. Hizo suyas las palabras de Pío XII: “Este amor tan tierno a los jóvenes y las esperanzas que en ellos tenemos puestas, nos llena a veces de ansia por los peligros que encuentran casi en todas partes, hechos como todos ven, objeto de tantas asechanzas, de tantos asaltos, en este mundo que los ATURDE con su ruido, que los FATIGA con su perpetua inquietud, que los DESORIENTA con su relativismo a la verdad y al error, al bien y al mal, que los ENCANDILA con su policromía, que los ENVILECE con su vulgaridad, que los ENCADENA con su lujuria”.