La Unión Europea

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

Parece que había caído en el limbo de los sueños, el proyecto de Constitución Europea: nadie volvió a hablar de ella, tan grande como fue el clamor.
Francia, cuyo gobierno era, al parecer, el de mayor interés, fue el primer país en darle plante; después, Holanda, desatando el desánimo. España cosechó escasos votos. No hace mucho, Ángela Merkel arrancó del letargo la idea, y sostiene que Europa debe tener en cuenta sus raíces culturales y la libertad de culto.
Coincide con Benedicto XVI, quien ha afirmado en la reciente celebración del 50 aniversario del Tratado de
Roma, que “no se puede pensar en edificar una auténtica casa común europea olvidando la identidad propia de los pueblos de nuestro continente”. Eso estaba ya en el pensamiento abiertamente expresado por sus más significativos adalides, los que concibieron el proyecto: Shuman, Adenauer y Gasperi. Desde luego, dar la espalda al Cristianismo es, en Europa,
dársela a sí mismo. Esto fue la Cristiandad, y no necesita inventarse valores, que los tiene propios, forjados durante siglos. ¿ Nos hemos fijado en la bandera? Una corona de doce estrellas sobre fondo azul, copiada de la corona de la Virgen Milagrosa, al decir de su diseñador, Arsène Heitz. ¡Qué curioso! La aprobaron en una fecha mariana por excelencia: el 8 de
diciembre de 1955. Hay quienes creen que, acaso sin advertirlo los delegados de los gobiernos, fue un
signo de la Providencia. Nada más opuesto al laicismo intolerante, devastador y sectario. Ella traerá al Viejo continente un hermoso renacer.