Reflexión en la campaña contra el hambre

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

Qué sugerente el cartel seleccionado para la campaña contra el hambre!

Dos mujeres, una del norte y otra del sur, se dirigen juntas hacia un horizonte común y esperanzado Me asombra la ONG Manos Unidas, concebida en el corazón de un Obispo católico hace ahora 45 años. Soñó el Obispo con un mundo solidario, que entrelazara las manos para que los bienes que Dios creó para todos, los compartamos como hermanos.

La primera campaña se saldó con quinientas mil pesetas; pero la tenacidad de Manos Unidas ha hecho crecer el número de voluntarios y de proyectos, muchos convertidos ya en una hermosa realidad. En 2000 secundaron el llamamiento del Papa en favor de la condonación de la duda de los países pobres, y este año reavivan sus esfuerzos en este sentido.

Gracias a Manos Unidas ha llegado la luz eléctrica a montones de pueblos y se han abierto pozos para fertilizar la tierra reseca; se han hecho carreteras para canalizar los productos del campo y se han comprado camionetas para sacarlos al mercado; se han creado escuelas, comedores, dispensarios... y se ha conseguido la promoción de muchísimas mujeres del Tercer mundo.

Un día me confió una compañera mía: "Mensualmente paso parte de mi nómina a Manos Unidas". ¿Por qué no a los niños pobres?- inquirí-. Se explicó: "Si tienen los padres, comen los niños".

Unos nadan en la abundancia y otros no poseen ni un bocado para sosegar sus estómagos vacíos. ¿Sabemos que Dios nos pedirá cuenta de la desnutrición de
tantísimas personas, de los enfermos y de las muertes que se producen por el hambre? ¿Nos deja impasibles la parábola del "Rico Epulón y el Pobre Lázaro"?.

Especialmente en el día en que Manos Unidas celebra la "Campaña contra el hambre" (segundo domingo de febrero), evoco la frase evangélica: "Con la misma medida con que medís, se os medirá". Unos tratan de contribuir al bienestar de todos; otros creen que con poco cumplen; incluso los hay con el corazón hermético: almas vacías con la cartera llena.

Ante Dios no valen las excusas del egoísmo cegador. ¿Por qué el hambre, que mata a tantísimos millones en nuestro planeta rico? "Si hay hambre en el mundo no se debe ciertamente al hecho de que la tierra no puede producir pan para todos. En los países de Occidente como España se calculan cuotas para la destrucción de los frutos de la tierra, para sostener los precios, mientras que en otros lugares muchas personas mueren de hambre (...).

Para que haya pan para todos, primero tiene que ser alimentado el corazón del hombre con alimentos distintos del egoísmo, de la prepotencia, del olvido de los que les hemos arrebatado lo suyo(...). La justicia no crece sin Dios y sin el alimento fundamental de su Palabra, como creyeron regímenes que han dejado todo asolado, o creen otros que sólo piensan en mercado" (Arzobispo Braulio
Rodríguez Plaza).