Monstruosidad refinada

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

El 17 de marzo publicaba un periódico nacional, unas fotos de fetos hallados en la basura de la clínica madrileña Isadora. Evoqué las atrocidades de los nazis y los pelos se me pusieron de punta: son crímenes que claman venganza al Cielo.

Relata la mitología griega, que Saturno devoraba a sus hijos según nacían para evitar que se cumpliera el oráculo según el cual uno de ellos le arrebataría el trono. El oráculo se cumplió cuando Rea, no pudiendo aguantar su sufrimiento, al nacer Zeus, envolvió una piedra en pañales para que la tragara Saturno. La cruel escena nos la dejó Goya en un expresivo cuadro.
Me ha venido a la memoria al leer una Carta publicada en un diario digital: "Ya no podemos extrañarnos de todos los demás crímenes que sufrimos: si las madres matan a sus hijos, ¿puede extrañarnos que haya hijos que maltraten a sus padres o hermanos que se maten el uno al otro?". ¡Hasta qué límites ha llegado la violencia! ¿Reparamos en que lo peor que está pasando en nuestra época, es la matanza de los hijos en el seno materno ?
Quienes abortan, antes o después, tragan la piedra del síndrome post-aborto, envuelto en remordimientos y depresiones. El fin no justifica los medios.
Provocar el aborto y despiezar a los nonatos inocentes es lo más monstruoso que podemos hacer. No es ético,
ni razonable, sino la esencia de la más refinada maldad. ¿Las víctimas? La madre y el niño muerto y cruelmente torturado.