Refinada maldad

Autor: Josefa Romo Garlito 

 


Leo en una Carta al Director publicada en el Digital Hispanidad: “Ya no podemos extrañarnos de todos los demás crímenes que sufrimos: si las madres matan a sus hijos, ¿puede extrañarnos que haya hijos que maltraten a sus padres o hermanos que se maten el uno al otro?” (María del Carmen Antoja). Sí, hasta estos límites del mal ha llegado la violencia en nuestros días. ¿Reparamos en que lo peor que está pasando en nuestra época, lo más espeluznante, es la matanza de los hijos en el seno materno y la manipulación y destrucción de embriones humanos, hijos de nuestra raza, consentido por sus propios padres? ¿Disminuye la maldad porque se destruyan los embriones con fines terapéuticos? ¿Disminuiría la maldad porque se consintiera en el aborto para obtener repuestos humanos? Con fines terapéuticos sacaban las entrañas y los ojos a niños en Mozambique, y nos llevamos las manos a la cabeza al leer el relato, contado por unas monjas que encontraron los cadáveres. No, el fin no justifica los medios. Provocar el aborto y destruir embriones humanos es un pecado del hombre contra Dios y contra el hombre. Es lo más monstruoso que podemos cometer. No es ético, ni razonable, sino la esencia de la más refinada maldad.