Reflexión sobre la oración eficaz

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

Ante la situación del Líbano y Tierra Santa, el Papa nos pide oración y penitencia por la paz (la penitencia refuerza la oración). Mucha gente dice: ‘Si yo no sé orar. ¿Qué tendré que hacer para ser escuchado?’ Me fijo en el ejemplo de Abrahán, de fe asombrosa y hombre humilde. El pasaje bíblico de su conversación con Yhaveh, cuando Dios le dice que “el
clamor de Sodoma y de Gomorra es grande, y su pecado gravísimo...” es sobrecogedor. Así me explico yo la confianza de Dios en este hombre de buen corazón, que no se inhibía ante los problemas ajenos sino que los hacía propios: “...¿Es que vas a borrarlos, y no perdonarás a aquel lugar por los cincuenta justos que hubiere dentro?” ( Génesis, 18). Insiste. Abrahán se convierte en mediador para que Dios tuviese misericordia de aquel pueblo, aunque en vano porque no
encontró allí apenas justos, salvo a Lot, librado por ello de la lluvia de azufre. ¿Cómo oraba? Con humildad y un respeto reverencial: “Mira que soy atrevido de interpelar a mi Señor- le dice-, yo que soy polvo y ceniza”. Y Dios le regalaba su cercanía.
¡Cuántas veces nosotros oramos, pero pensando que no seremos escuchados, y creyendo que somos algo y que Dios nos debe mucho...! No sabemos rezar. Me gusta leer vidas de santos y veo en ellos este denominador común, que les hizo, a no pocos, milagrosos: su oración era reverente y confiada, perseverante y desde la bondad y la humildad del corazón. Me
impresiona el poder de los justos: por ellos, Dios puede perdonar a tantísimos.