'Los enfermos mentales y sus cuidadores'

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

Un bello artículo de Alfonso Callejo sobre el Pianista sin memoria, titulado “Amnesia”, ha traído a la mía, a los enfermos mentales y a quienes los cuidan.
Los enfermos mentales son enfermos como los demás; pero más desgraciados. Han perdido lo mejor: la razón o la confianza hasta límites extremos, o la memoria, o todo ello a la vez, y pueden sentirse llenos de inseguridad y miedo. Por si fuera poco, les toca sufrir la incomprensión y el menosprecio de una sociedad que se les torna huidiza y sin piedad. Muchos enferman por un excesivo sufrimiento unido a la falta de madurez (la esquizofrenia, en concreto, no aparece antes de la adolescencia ni después de los treinta años). Puede ser determinante, el abandono de familiares, la pérdida de amigos...; también, la incapacidad para sobrellevar injusticias que sobrepasan el nivel personal de tolerancia; o consecuencia de un shock o de una especie de ataque cerebral... 

Me impresionó escuchar en la Universidad a mi profesor de “Orientación personal”, esta frase: ‘los psiquiátricos están llenos de personas que no han encontrado a nadie que las escuche`. La falta de comunicación y desahogo les ha privado de libertad interior y reducido a la reclusión, y de muchos, como si no fueran personas, se han olvidado los amigos y hasta su propia familia. 

No todos los que son propensos a padecer algún tipo de enfermedad mental ( no habrá nadie que no lo sea), la desarrollan; pero las circunstancias y el ambiente pueden precipitar su terrible y temible promoción. 

Aprovecho para felicitar a los religiosos y religiosas que se ocupan con tanta generosidad, de estas personas. Han apostado de modo rotundo, por la salud y la vida de todos. En ellos ponen los familiares de los enfermos, su confianza. En su caridad yo contemplo emocionada el bello rostro de la Iglesia. Les debemos, la sociedad entera, su dedicación y esfuerzo.

¡Qué acierto el de la Conferencia Episcopal Española, al proponer a las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, para el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia! Se ocupan de los desfavorecidos y les acompañan como si de su propia y más cercana familia se tratara: acogen a huérfanos y a ancianos, a encarcelados y a transeúntes, a enfermos mentales y corporales (entre ellos, a leprosos, a toxicómanos y a afectados por el Sida). Su fortaleza la encuentran en la oración junto al Sagrario. En los pobres y enfermos ven al mismo Jesús, por lo que saben prolongar en su entrega a ellos, su oración contemplativa. Voto para que les den el citado Premio. Pero el más grande y sonoro lo recibirán el día del Juicio final, cuando el justo Juez las juzgue ante los ojos pasmados del mundo, diciéndoles: “Venid, benditas de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer...; estuve enfermo y en la cárcel, y me visitasteis y cuidasteis...” Ojalá nosotros también podamos oír, referidas a nuestras personas, esas palabras tan consoladoras.