Católicos en el mundo

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

“Que los católicos no quieran participar en la vida pública es un pecado de omisión” – acaba de señalar Monseñor Reig Pla, el que fuera obispo de Segorbe-Castellón, y ahora de Cartagena.
¿No percibimos a diestro y siniestro, un acoso desvergonzado a lo católico y cómo se contrarían los valores morales? Ante eso, ¿hemos de permanecer impasibles o acobardados? Reig Pla tiene razón: los cristianos debemos mojarnos, enharinarnos, no esconder nuestra fe.

Es hora de dar la cara sin miedo ni titubeos en el medio familiar y laboral, en la política y en las asociaciones, en reuniones de amistad y cuando vamos a la peluquería o a la compra...; como los primeros cristianos, que supieron imponerse a una civilización pagana y transformarla. No, no debemos callar por cobardía o falsa prudencia, sino apostar por los valores y promover sin ningún complejo nuestra fe y nuestra apuesta por la vida y la familia, por la formación integral de las nuevas generaciones, que incluye la enseñanza religiosa y moral.

Estamos llamados a crear la civilización de la vida, del amor y la verdad; no a transigir, sin más, con la injusta imposición del laicismo, que destierra a Dios de la vida pública y quiere confinarlo a la intimidad de las conciencia, olvidando que Jesucristo es el Señor de la Historia, el Creador, el Alfa y el Omega. La Fe se propone y no se impone; pero eso, se muestra con libertad, ¿o no estamos en democracia? 

A algunos se les ve católicos en la iglesia pero se les percibe indiferentes, si no contrarios, cuando de allí salen. Hay que buscar las formas, pero no hay que disimular nuestras convicciones. ¿No deberíamos meditar las palabras del Evangelio: “No todo aquel que dice Señor, Señor, se salva, sino el que hace la voluntad de mi Padre Celestial”? Baste ya de ser cristianos oportunistas o apocados.