El ayuno fortalece la oración

Autor: Josefa Romo Garlito 

La  Cuaresma es tiempo especial de penitencia. Los fervorosos cristianos fortalecen su espíritu y dominan su cuerpo mediante el ayuno, para expiar por los propios pecados y por los ajenos y como ofrecimiento amoroso al Señor. Se trata del ayuno religioso, ascético. El ayuno aumenta el poder de la oración, que "es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios". Uno ayuna para expiar por los pecados; pero cabe el peligro de presunción, que invalida el mérito de la virtud. Otros también ayunan: los judíos, y los musulmanes observan el ayuno del Ramadán. Los hay que no deben privarse de la comida. ¿Alternativa? Ayunar de miradas curiosas y de vanas palabras; de dulces, tabaco o de alcohol; de picar entre horas; del pasatiempo: cine,  televisión, Internet…; de holgazanería y de egoísmo. Como dice el Padre Raniero Cantalamesa, Predicador de la Casa Pontificia,  "lo que sería para nosotros el colmo de la austeridad –estar a pan y agua- para millones de personas sería ya un lujo extraordinario". Lo curioso: hoy se ayuna más que nunca: por estética, para guardar la línea, con peligro incluso de anorexia; por ideas vegetarianas o por política (huelgas de hambre). El ayuno religioso nos hace recordar a los pobres; es más meritorio si lo que ahorramos con él, lo entregamos a los necesitados o a obras de evangelización. Recuerdo estas palabras de Jesucristo recogidas por San Lucas: "Hay demonios que sólo se expulsan con oración y ayuno".